viernes, 8 de abril de 2011

PERU - CAP 7/15: Viviendo El Cusco – Parte I

Cusco, Perú — viernes, 8 de abril de 2011

 
Luego de un vuelo movido, me encontraba en el aeropuerto de Cuzco (El Cusco, como le dicen acá), junto a la cinta donde cada persona recoge su equipaje.  En ese momento volví a pensar en que tarde o temprano debo regresar a Baires y se me llenaron los ojos de lágrimas… Me vi a mi misma llorando, parada junto a la cinta transportadora, esperando mi mochila.  Soy como un gorrión, siento que muero cuando estoy enjaulada en la oficina tantas horas sin ver la luz del sol y manteniendo todo mi potencial reprimido.
A más de 3000 metros sobre el nivel del mar, El Cusco me recibió con mucho frío, más mi cuerpo estaba mareado en su totalidad, había quedado impregnado de los movimientos del vuelo, así que me compré un helado de vainilla y chocolate y me recosté en un banco de la plaza para poder recuperarme.  Así fue que sin darme cuenta estaba caminando por El Cusco, sin mapa, yendo y viniendo a mi antojo.  Me sorprendió la tranquilidad, la facilidad y la seguridad con que me muevo en esta ciudad, es como si la conociera de toda la vida.  Una noche, en medio de la noche, me sorprendió un ruido de gotera… me levanté pensando que había dejado la ducha mal cerrada pero era el cielo de El Cusco que estaba rociando agua sobre los tejados.



Entre los negocios encontré un lugar que hacen pizza a la leña en un horno de barro (lo tengo entre mis pendientes) por sólo $15 la pizza chica y además hacen unos cucuruchos de hojaldre con una forma como si fueran grandes caracolas marinas, rellenos de dulce de leche pero mi estómago fue más rápido que mi cámara.

Comer en Perú no es caro.  Para que se den una idea, un Gatorade cuesta $2, cuando me lo cobraron por primera vez pensé que se habían equivocado.  Uno puede comprar también hasta 3 frutas por $2.  Yo no tengo dentro de mi presupuesto el salir a comer afuera.  Sólo en una ocasión sentí necesidad de comer carne y me fui a un Burger (toda una osadía de mi parte) y otra noche me llevé de un Mc Donalds al hostel 2 piezas de pollo crocante por $5, pero no son las patitas de pollo artificiales de Baires sino que son dos trozos de pollo real: pata, ala o ½ pechuga, rebozados en pan rallado y fritos.  Tenía tanto frío esa noche que jamás imaginé que iba a devorarme un pollo frito con tantas ganas (no como frituras y salvo la pechuga desgrasada, detesto el pollo y su olor).De los alimentos que me traje de Baires, lo que me resulta más preciado son las sopas Knorr de zapallo y la vitina de zapallo.  Me caliento agua en el termo con el calentador eléctrico y me tomo una sopa con vitina todas las noches, eso me ayuda a mantener el calor.  El primer día hizo tanto frío que tuve que ponerme polainas, un pantalón de frisa y para dormir durante la noche fueron necesarias tres frazadas.  Una de esas noches frías caminaba por las calles buscando un bocado caliente para acompañar mi sopa y un humo con olor a asado me llevó hasta una parrillita callejera donde una señora vendía unos brochets de carne con papa.  Se llama anticucho y es corazón de vaca trozado, olía espectacular pero no me atreví a probarlo.-

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