miércoles, 1 de enero de 1997

ARGENTINA - CAP 1/1: Las Grutas

Hacía rato ya que me debía un tiempo para escribir este capítulo de mi Diario de Viajes.  Paradójicamente, debería haber comenzado por este capítulo, por haber sido mi primer viaje sin mi familia, y sin embargo, lo dejé para último momento.


Fue mi primer viaje sin mi familia y con amigas, sin embargo, no conservo ningún recuerdo escrito de esos días.  No existió realmente un Diario de Viajes de ese viaje, así que lo que voy a contarles es más que nada lo que quedó escrito en mi memoria y en mi corazón.





Puerto Madryn había estado siempre en las conversaciones familiares porque allí vivían unos parientes lejanos de esos con los cuales se mantenían lazos afectivos a través de cartas manuscritas donde cada turno del diálogo estaba separado por meses de distancia.  Sin embargo, las preferencias familiares era viajar siempre con rumbo norte, con lo cual, yo nunca había conocido aquella ciudad.


También a medida que uno crece, uno aprende a conocerse a uno mismo, y yo entendí que sufría de baja presión y que los lugares húmedos y calurosos, no eran compatibles con mi salud: cada vez que visitaba el norte, me descomponía.

Así fue que cuando tomé las riendas de viajar por mi propia cuenta, cuando decidí que era el momento de ser una viajera independiente, busqué partir con rumbo sur.  Más tarde descubriría que mi cuerpo se siente a gusto y en empatía con la zona de glaciares. 


No sé de qué manera Las Grutas entraron en mi mente.  Eso sí que no lo recuerdo.  Esa fue una idea que vino de afuera, tal vez de alguna propaganda, de alguna exposición, pero no del seno de mi familia.  Es extraño, pero no recuerdo la forma en que llegué a ellas, a saber de su existencia.

Lo cierto es que tenía un plan de viaje muy claro con rumbo sur: quería hacer carpa unos días en Las Grutas, quería ir a navegar con las ballenas en Península Valdés y quería llegar a conocer la ciudad de Puerto Madryn.  Tres paradas, tres puntos, tres destinos.
 
Sin embargo, no tenía idea de cómo hacerlo, porque por empezar, nunca había hecho carpa en toda mi vida.  No tenía carpa.  No tenía mochila.  No tenía equipo de mochilera ni sabía de qué contaba ese equipo. 


Pero creo que tenía una gran intuición dada por todos los viajes que anteriormente había hecho y tenía la experiencia que ellos me habían dejado.  Si bien no había hecho carpa, había vivido y sobrevivido con éxito en caminos de montaña.

Siempre me gustó leer y aprendí muchas cosas en mi vida a través de la lectura.  Y esta no era la excepción.  Recuerdo haber ido a una librería a buscar un manual de campamento.  Había varios, no tenía idea cuál era el mejor de todos ellos, pero me dejé guiar por el que a mi criterio era el mejor de todos: me quedé con el que más explicaciones gráficas tenía, en su versión pocket.


El autor no era alguien conocido, por lo menos no por mi que no conocía absolutamente nada del mundo de los campamentos, incluyendo a sus autores, sin embargo, era un hombre que había impartido un curso en la escuela militar británica de entrenamiento para combate en la jungla.  A simple vista parecía saber bastante del tema y en su libro graficaba cosas tan básicas como: cómo armar una mochila, cómo y dónde montar una carpa, qué alimentos transportar, cómo sobrevivir a las picaduras venenosas etc.

Pero yo estaba decidida a irme de viaje.  Mi mayor sueño era navegar entre las ballenas.  Así que no esperé a leer el libro y simplemente, sin saber absolutamente nada del tema, fui a un supermercado y compré una carpa y un juego de marmitas.  Y al otro fin de semana, fui a una casa de camping y me compré una bolsa de dormir y una mochila.  Muchas veces me escriben chic@s de todo Latinoamérica preguntándome cuáles son la carpa, la mochila y la bolsa de dormir ideales y hoy puedo darles una respuesta con argumento de algo que en su momento yo ignoraba por completo.  La carpa la compré porque era grande (tenía planeado viajar con dos amigas que no tenían carpa, con lo cual iba a albergarlas en la mía), la bolsa de dormir porque era para zona fría y la mochila porque me gustó el color!!!  Hoy me río de confesarlo, pero fue así, fue tal cual, no tenía idea de nada, sólo sabía que quería irme de viaje y que necesitaba de esas tres cosas para cumplirlo.  Por suerte, con el tiempo descubriría que las tres elecciones fueron buenas porque todo ese equipo me acompaña en mis viajes hasta el día de hoy, a más de diez años de aquel primer viaje.




El viaje lo realizamos por tierra, en micro, desde Buenos Aires hasta San Antonio Oeste y de ahí, con otro micro, hasta Las Grutas.  En Las Grutas hicimos carpa en uno de los varios campings disponibles.  Recuerdo particularmente que el suelo era demasiado duro como para clavar las estacas al punto de tener que usar martillo para incrustarlas.  Un simpático recuerdo que tengo de mi estadía en Las Grutas era el churrero, un señor que repartía churros calientes rellenos con dulce de leche y que todas las mañanas, pasaba por la calle que quedaba detrás de nuestra carpa bien temprano.  Nos despertábamos con su llegada y él sabía que lo esperábamos para deleitarnos con ese desayuno.



Las Grutas debe su nombre a una serie de grutas naturales que se forman debido a la acción marina al pie del acantilado sobre el que se encuentra posado la ciudad.  También cuenta con unas piletas artificialmente excavadas en la roca que cuando el mar se retira, deja repletas de agua salada y fauna marina.  Caminando por la costa en sentido sur, se llega a una zona de Piedras Coloradas donde las tormentas de arena son frecuentes y se hacen sentir como agujas pinchando las piernas.

Piedras Coloradas


En Las Grutas mismo, averiguando para hacer una excursión, dimos con un biólogo marino que se dedicaba a hacer Turismo Ecológico, un hombre con muchos conocimientos en la fauna y flora de la zona, a quien contratamos para que nos llevara en su auto a recorrer el paraíso y sus playas.



 
En el camino conocimos el pueblo abandonado de Sierra Grande, una pequeña ciudad de edificios bajos, rodeados de simpáticas casitas, que se instaló en torno a la actividad minera de una mina de hierro que no prosperó por no ser materia prima pura y de primera calidad.  Si bien no llegamos a ingresar a los departamentos, nos contaron que al momento de la entrega estaban lujosamente equipados y que las personas que los habían habitado eran pobladores locales que habían hecho uso de las bañeras para continuar con la cría de sus animales.  Tanto los edificios como las casas responden a un mismo plan de edificación por lo que son todos idénticos formando un paisaje urbano de patrones repetidos.  Sin embargo, parece increíble que habiendo tanta necesidad de un techo para tantas familias, todo este barrio con tanta inversión monetaria se haya convertido en un barrio fantasma... sólo había un negocio con vida, atendido por su dueño, a la vera del camino.  

Los túneles abandonados de la época de auge de la mina también se convirtieron en una alternativa de Turismo Minero  de la que nosotras, por distintas razones, preferimos prescindir.


Península Valdés
Y así fue también como por primera vez en mi vida pisé Península Valdés.  El biólogo nos contó la historia del único árbol que está plantado sobre la entrada de la península y nos llevó hasta Puerto Pirámides.  Fueron sólo un par de horas que estuve en ese lugar, o tal vez sólo un par de minutos, sin embargo sentí que debía volver, sola y con más tiempo.

Puerto Pirámides
 
Dentro de ese mismo viaje, el biólogo nos llevó hasta lo que sería mi primera visita de una larga lista de visitas posteriores a Puerto Madryn.  Un rápido recorrido por la playa me sirvió para confirmar que aquella Patagonia agreste era definitivamente mi lugar en el mundo.  


Puerto Madryn



Todos los viajes son parte de un aprendizaje y en ese viaje aprendí que si bien dos amigas se habían sumado con mucho entusiasmo a mi plan de viaje, una de ellas no estaba dispuesta a seguirme ya que priorizaba economizar los costos manteniéndose en un lugar en vez de salir a conocer el mundo.  Así fue que en ese viaje no pude concretar mi sueño de navegar con las ballenas y me quedé los 14 días con la estaca clavada en Las Grutas.  Pero aprendí una gran lección: que para ir detrás de mis sueños tenía que lanzarme sola a la aventura sin esperar a nadie y que debía iniciar mis viajes sin contar con llevar gente "en mi mochila" sino que debía aprender a utilizar las relaciones interpersonales para sumarme a aquellas personas que como yo, ya estaban en camino, las muy buenas intenciones de los amigos podían convertirse realmente, de un momento a otro, en un peso más a acarrear sobre las espaldas.  Pero utilizando esta nueva estrategia, en octubre de ese mismo año, lograría cumplir con mi sueño: las ballenas finalmente me recibirían en su mundo.-









Te dejo una imagen satelital de la zona