martes, 12 de abril de 2011

PERU - CAP 10/15: DIA 1 - Choquequirao – el móvil

Tengo la cara desfigurada por 26 picaduras de mosquito.  Pero ¿qué fue lo que me motivó a partir hacia Choquequirao?  Como bien dije al principio de este diario, lo que motivó mi curiosidad por esta ciudadela incaica fue, cuando estando en Cusco en el año 2009, un historiador argentino que resultó ser compañero mío de la facultad, me habló de ella.  La ciudad gemela a Machu Picchu, La Cuna de Oro, yacía en un 70% todavía debajo de la vegetación.
El segundo móvil fue que hace un año atrás aproximadamente, mientras quemaba en mi casa unos inciensos incaicos traídos de Cusco, en un momento mi habitación se llenó de una niebla blanca y espesa.  En ese momento me sentí en contacto con las divinidades incaicas y acudí a su ayuda divina a cambio de una promesa: que me ayudaran a encontrar el amor a cambio de dedicar mi vida como arqueóloga a estudiar Choquequirao.  Pocos días después, conocí a un muchacho peruano con quien entablé una grata amistad, el hombre soñado parecía hacerse realidad.  Y lo más impresionante del caso es que yo soy y vivo en Argentina… el encuentro era algo realmente mágico.
De esta manera surgió un tercer móvil: leí toda la literatura disponible y en base a ello armé un plan de excavación arqueológica en los andenes de cultivo para poder determinar porcentajes de plantaciones destinadas al consumo doméstico versus las plantaciones destinadas al uso ritual y poder estimar así la densidad poblacional que estos andenes podían sustentar. Así fue que se inició mi Camino a Choquequirao, para cumplir mi papel de arqueóloga y de mujer enamorada.  Esta era la forma en que yo tenía planificado cumplir mi promesa, colocando todo este proyecto en mi tesis de licenciatura.
Tengo también picaduras menores en las manos.  Tengo otras tantas en los brazos, en las piernas, en los hombros, en el cuello y unas tremendas ronchas a la altura de la cintura en la espalda, pero ya no me atrevo a contarlas.  ¿Que si llevé repelente?  Sí, claro, llevé dos: uno en crema y otro en aerosol, colocados uno encima del otro hasta intoxicarme con el olor, pero cada picadura es un pago con sangre por querer ingresar en este territorio.
DIA 1: Choquequirao, Perú — martes, 12 de abril de 2011
Apenas si pude avisar a los míos que partía la madrugada siguiente a la montaña.  Me despedí rápidamente, vía telefónica, con muchos deseos de suerte y buenos augurios y me fui a dormir.  Pero esa noche dormí mal toda la noche.  Hacía varios días que dormía respirando por la boca por tener la nariz congestionada y esta noche no era la excepción, ni de la nariz, ni del frío invadiéndome de golpe todo el cuerpo.
Esa mañana me levanté realmente mal y ya desde la cama comencé a preguntarme: “¿Quién me mandó a meterme en esto?”.  Estaba descompuesta del estómago, tenía tapadas las vías respiratorias, tanto que al sonarme la nariz me salían como coágulos de sangre y tenía los labios blancos.  Incluso deseé que vinieran y me dijeran que se cancelaba la salida… fui al baño, me cambié, dejé todo listo y volví a acurrucarme en la cama, cerré los ojos y me adormecí hasta que golpearon a mi puerta, la hora de partida había llegado.  Podía cancelar yo mi partida pero me di la oportunidad de intentarlo aunque más no fuera el primer día, ya que se suponía que el camino para ese día era todo en descenso.  También pensé que juntándome con el resto del grupo, la emoción de la partida me ayudaría a disolver mi malestar.
Siendo un grupo de 5 integrantes salimos en camioneta desde Cusco hacia San Pedro de Cachora donde se inicia el trekking.  El trayecto es de unas 3 horas por carretera asfaltada y sinuosa, sobre la que cada tanto había ocurrido algún derrumbe pero ya estaban las topadoras ahí mismo despejando el camino.

A medida que el camino iba en descenso, iba haciendo más calor, mis labios empezaban a tomar color y empezaba a tener hambre, lo cual era una buena señal ya que desde el día anterior no soportaba sabor alguno.  Pero tenía que solucionar el tema de mi congestión, necesitaba poder respirar profundo por la nariz para el ascenso porque la respiración por boca, al ser más corta, agita más rápido.  Así fue que sin pensar demasiado las ecuaciones de presión, altura y temperatura me tomé un Nastisol en la camioneta para ver qué efecto me hacía.
  
De pronto, un desvío hacia Cachora por camino de ripio, también con derrumbes pero en este caso se hacía camino al andar.  Llegamos a Cachora, almorzamos y luego del almuerzo iniciamos el trekk.
A diferencia del Camino del Inca que tiene infinidad de escalones y piedras y que además es angosto, este camino es más ancho y se compone en gran parte de tierra con pedregullo.  Durante el camino fue un segundo Nastisol.
Ese primer día pude sentir sólo los sonidos del río caudaloso y omnipresente escondido entre la vegetación, pero extrañamente no se oía trinar a los pájaros.  El camino que teóricamente es “de bajada” se inicia con un ascenso leve pero continuado hasta un punto panorámico llamado Mirador de Capulloc.  Ahí empecé a notar que mi condición física no me iba a acompañar.


Había entrenado más duro que lo común durante los 4 meses previos al viaje aumentado el kilaje de las máquinas de fuerza, había hecho bicicleta e incluso cinta con una inclinación de 35 a 40 grados, había trabajado las piernas en el escalador como lo hago desde que tengo 16 años.  Desde esa edad que hago entrenamiento continuado, incluso las largas caminatas de 50 o 60 cuadras son comunes en mi día a día.  Tenía también todo el equipo: el repelente para los mosquitos, un licor y un chocolate para combatir el frío, bombones de fruta para recuperar azúcar, papas fritas para combatir la presión baja, bebidas energizantes para rehidratarme rápidamente, linternas, palos de trekk, rodillera, muñequera, una super campera de invierno y una bolsa de dormir para 10 grados bajo cero.
Pero no me falló el equipo.  No me falló la musculatura.  No me fallaron las articulaciones.  No sentí molestia alguna en la rodilla operada, lo cual me puso contenta por el buen trabajo previo que había hecho para compensar la lesión articular con un aumento de musculatura.  Me falló que entrené a nivel del mar e intenté replicar a 3000 metros sobre el nivel del mar, que entrené a temperatura controlada por un aire acondicionado e intenté replicar en un clima húmedo y a pleno rayo del sol.



Primeras diez zetas largas
Luego de atravesar el Mirador de Capulloc comienza recién el camino de descenso propiamente dicho por la ladera de la montaña en una seguidilla de caminos largos en forma de “Z” que se componen de un total de 10 rectas.  Esa noche acampamos en Chiquiscca, un campamento que queda un poco más allá de la última de esas rectas.


Como siempre, tanto en el Camino del Inca como acá, la labor del cocinero y del arriero es impecable.  Uno llega al campamento y tiene todo absolutamente listo: las carpas armadas y la comida caliente.  Las cuatro comidas del día son siempre suculentas, picantonas, recargadas y fritas.  Es increíble lo complejo que son los platos que cocinan siendo que lo hacen en cualquier rincón de la montaña y lo que más me maravilla es ver que transportan los maples de 30 huevos en las mulas y que llegan enteros!!!!!!!  Comimos huevos fritos, papas fritas, arroz, choclo, omeletes, pochoclos calientes, lentejas con carne, ensalada, sopa, pan, mantequilla, avena… una maravilla!!!

  En el campamento de Chiquiscca vive una familia con caballos, conejos, unas gallinas, una habitación llena de cuyes que por más que tienen la puerta abierta ellos no se escapan y una oveja a la que bauticé Dolly, ya que estando atada a un árbol frutal justo en la puerta de nuestra carpa, ella venía en busca de nuestras galletitas peruanas de soda (como las galletitas de agua argentinas pero más esponjosas).  También había muchos árboles frutales, con tanta abundancia de frutos que caían maduros y quedaban sobre la tierra entre las ramas y las hojas secas, así que uno podía caminar y servirse frutos directamente de los árboles si quería pero llegamos a ese campamento terminando la tarde y no hubo ocasión de relacionarnos con las frutas… no sería por lo menos ese el momento todavía en que yo me relacionara con ellas.-