jueves, 24 de enero de 2002

EGIPTO - CAP 10/13: Redescubriendo el Templo de Luxor


Estoy trascribiendo este diario 9 años después de haber realizado este viaje, desde una serie de mails impresos, cuya casilla no existe más, que solía enviar casi diariamente a mis familiares y amigos, mi pequeño pero valioso grupo de lectores en mis comienzos.  Cada uno de estos mails impresos en hoja blanca A4, para mí vale oro porque conserva detalles que de otra manera no podría haber retenido en mi memoria y permiten que el recuerdo de este viaje sea revivido por mi y por todos quienes hoy lo leen.  Subirlo a un blog de Internet hoy me permite además ampliar el público de llegada y mantener la memoria de aquel momento tan particular de mi vida en un nuevo soporte “inmaterial”.  Pero mientras transcribía particularmente lo que sigue a continuación, recordé una situación muy especial que se me generó en torno al Templo de Luxor y creo que vale la pena mencionarla. 



Cuando hace 9 años atrás conocí este templo, me decepcioné: sentí que la historia me había engañado.  Montada sobre su sala de columnas, había una mezquita y más tarde descubriría además un sector con imágenes cristianas.  Algo no andaba bien, el Egipto Antiguo, en mi cabeza, era como un sistema cerrado y aislado de toda otra “contaminación” cultural, sin embargo, la realidad se mostraba mucho más compleja.  En un esfuerzo por mantener una cordura entre la realidad y mi cabeza, recortaba el enfoque de mis fotos seleccionando sólo aquello que se mostraba en estado “puro”, es decir, tomaba con mi lente sólo lo que había pertenecido originalmente a los faraones y eliminaba cualquier otra señal de contacto intercultural, al punto de negarla. 


Por suerte viajaba entre nosotros una prestigiosa historiadora a quien expresé mi desencanto y ella me explicó en ese momento algo que era obvio pero que a mi me llevaría mucho tiempo digerir: la historia se formaba de todos esos momentos, Luxor no era sólo el Luxor de los faraones sino también el de las ocupaciones cristiana y musulmana.  Y hoy miro hacia atrás y recuerdo mi perplejidad ante esa idea que en ese momento me sonaba “nefasta” porque sentía que literalmente habían matado al monumento faraónico.  Sin embargo, hoy, con unos años más encima y con muchas más herramientas cognitivas, puedo decir que Luxor es un gran y bello ejemplo de resignificación de espacios.  Luxor, con su gran heterogeneidad y superposición de estilos, nos habla en definitiva del poder de los signos.



Luxor, Egipto – jueves 24 de enero de 2002




Hoy nos levantamos temprano y fuimos en un convoy de turistas custodiado por militares hasta el Templo de Edfu, a unos 115km de Luxor.  Cuando llegamos, la camioneta militar que nos acompañaba ingresó a la ciudad tocando la sirena y toda la gente se acercaba a la calle principal a vernos.  El templo es uno de los mejor conservados en cuanto a su integridad aunque igualmente tiene picados muchos de sus relieves consecuencia de la usurpación cristiano-romana.  En realidad la mayoría de los templos tienen sus dioses y faraones desfigurados a pico y martillo y en muchas fachadas pueden verse grabadas cruces coptas, jeroglíficos borrados, inscripciones griegas, piedras raspadas como con una cuchara para obtener el “polvo del templo” que los cristianos creían era mágico, nombres eliminados y salas enteras desmanteladas para la reutilización del material, tanto en la antigüedad como en la actualidad.





Mezquita Abu el Haggag

Capilla cristiana




Templo de Luxor desde el balcón del hotel
Más tarde fuimos al Templo de Luxor, en realidad sólo fue cuestión de cruzar la calle porque nuestro hotel está justo en frente, no se imaginan lo que es abrir la ventana a semejante monumento.  Sin embargo, visto desde adentro, el estado es deplorable.  En su sala principal de columnas gigantescas tiene instalada una mezquita cuyas paredes de ladrillo se levantan entre columna y columna, tapiando el espacio entre ellas.  Más hacia el fondo, una usurpación cristiana tapo los jeroglíficos y pintó imágenes cristianas.  Además construyó una especie de capilla con unas columnas que desentonan completamente con el resto del edificio, con dinteles en arco sobre las estructuras originalmente rectilíneas.  También está la mano romana que reutilizó salas, abrió nuevos pasadizos y cerró otros, restauró “atando con alambre”, martilló figuras, erigió una capilla a una de sus diosas… para llorar.



 

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