lunes, 28 de mayo de 2012

Los Artistas de Cuzco

En mi segundo viaje al Perú, tuve la inesperada oportunidad de poder visitar el interior de la Catedral de Cuzco.  Esperando encontrarme con la decoración habitual de las iglesias católicas, su ornamentación me sorprendió enormemente cuando en vez de tener una escenografía montada con estatuas de santos, estaba sobriamente decorada por medio de pinturas al oleo, que representaban pasajes de escenas sagradas, enmarcadas en bellísimos marcos áureos barrocos, tapizando sus esbeltas murallas y columnas.  

Un tiempo después, un amigo me comentó que la particularidad de esas imágenes era que habían pertenecido a lo que en la época Colonial había sido la Escuela Cuzqueña de Pintura, lo cual engrandecía aun mas mi admiración y su valor excepcional.

Un tiempo después del después, descubrí que en momentos anteriores al Imperio Inca, existían en las costas del Perú unos pintores de mantos cuyo oficio era justamente pintar las telas de las vestimentas, y que durante el Incario, había en ciertos templos, pinturas que representaban momentos claves su historia.  

Antes, durante y después, los pintores cuzqueños nos deleitaron y deleitan con su producción artística.  En mi primer viaje al Perú, en el año 2009, adquirí de un artista callejero, una bella acuarela a cambio de los pocos soles que me quedaban en el bolsillo.  
    
La Acuarela

Es llamativa la forma en que el arte se exhibe en las calles de esa ciudad: verborrágica, profusa y desinhibidamente.  Y la existencia de semejante pandemia de colores en la oferta de imágenes andinas, se traduce en una demanda de magnitud similar, un consumo de las mismas por parte turistas que provienen de distintos rincones del mundo buscando atesorar las vivencias de su paso por ese pequeño cofre de historia incaica.

La pintura que yo me traje de recuerdo es una pequeña acuarela, de 12x35cm, que compré limitada tanto por el dinero disponible en ese momento como por la posibilidad de transportarla en mi mochila, para lo cual, la vendedora la colocó delicadamente enrollada en el interior de un tubo de cartón y así asegurarme su intacto traslado.

Recién hoy me percato de un detalle fundamental: la obra no tiene la firma de su autor.  Tal vez fue un olvido, una omisión... tal vez sólo pretendió mantenerse en el anonimato.  Solo recuerdo que la chica mencionó que todas ellas eran obra de las manos de su padre.  ¿Quién era aquella chica?   ¿Quién era su padre?  Lo cierto es que las calles de Cuzco están continuamente rebosantes de estos artistas que ofrecen la mirada de su pueblo al mundo.  

Los Artistas de Cuzco
En honor a ellos, y haciendo extensivo el anonimato de la obra, es que me permito representarlos a ellos y sus sueños, en esta bella y cálida pincelada.-

sábado, 12 de mayo de 2012

Mis Viajes a Perú

Uno de los destinos que más reiteradamente visité fue sin dudas el Perú. Cuando era adolescente y recién me iniciaba en esto de mochilear por el mundo, veía a Machu Picchu como el punto culminante de mi aventura: La Meca Mochilera. En esa época, Perú era en mi mente sinónimo de Machu Picchu y de nada más, era como que la Ciudadela Incaica surgiendo de entre la vegetación espesa de la selva y envuelta en un aura de magia, era todo lo yo imaginaba que podía encontrar en ese país y hacer el trekking por el Camino del Inca se había convertido en mi objetivo final.

Recuerdo que en aquellas épocas el trekking por el Camino del Inca se publicitaba como "4 días / 3 noches" en todos los folletines de viajes estudiantiles y yo los guardaba celosamente, miraba la ciudadela encantada deseando algún
día poder alcanzarla, pero para esa época y para la edad que tenía, llegar a Machu Picchu recorriendo tierras extranjeras era una idea muy lejana.

Sin embargo, el plan seguía dando vueltas en mi mente y las anotaciones de los detalles y los cálculos monetarios que insumía tal empresa, se amontonaban entre mis papeles, hasta que poco a poco fueron tomando la forma de un posible viaje. Incluso se dibujaba difusa una fecha estimada de partida para el año 2006, pero ni bien se iniciaba el año 2005, yo había perdido mi único sustento monetario: mi trabajo. Me llevó casi un año reponerme de ese duro golpe y otro año más estabilizarme monetariamente.
No sólo no había podido viajar al Perú sino que no había podido salir de mi ciudad ni de mi propia casa.

Pero el 2007 se tornaba bastante alentador, contaba con un nuevo trabajo y una nueva posibilidad de sustento económico que incluso me daba un poco más de cintura en todos los movimientos, sin embargo, por segunda vez mi viaje se vio truncado: hacia fines del 2007 un accidente en una de mis rodillas me llevó directo al quirófano.

Mis deseos de llegar a la Ciudadela Incaica no menguaban y luego de un intenso trabajo de rehabilitación, dos años más tarde, para el 2009, estaba lista para partir. El viaje incluía en su trayecto: Argentina, Bolivia y Perú. Contaba con dos semanas pero con escaso dinero, lo cual me limitaba a hacer todo el trayecto por tierra. El ingreso a Perú era vía Puno y de ahí triangulaba con Cuzco y Machu Picchu. Pero recuerdo que en aquellas épocas miraba el mapa y cuando ya Machu Picchu se había tornado en un destino accesible, Lima me desafiaba desde el rabillo oeste de mi ojo izquierdo. El trayecto Cuzco-Lima por tierra era demasiado extenso para sumarlo a mi travesía, sin embargo había algo en la
Ciudad de Los Reyes que llamaba mi atención, algo que se me tornaba misterioso, potente y nuevamente lejano para mi. Lima quedaba definitivamente fuera de mis posibilidades.


Recuerdo que viví esos cuatro días que duraba el trayecto del Camino del Inca con suma intensidad. La mezcla de sensaciones era verborrágica e intestina: lloraba, saltaba, cantaba y reía, todo a la vez. Pero si hay algo en lo que me marcó ese viaje fue que viví mis día en el Camino del Inca como una metáfora de la vida misma: uno comienza el trayecto entusiasmado, con fuerzas, con energías, con optimismo pero a medida que van avanzando los días, las fuerzas menguan, uno empieza a apoyarse más en los bastones y menos en la musculatura propia y se dá cuenta que en definitiva transita ese camino sólo, y aún cuando va rodeado de gente, no son más que desconocidos en quienes tiene que confiar y con quienes tiene que aprender a negociar para evitar que su andar sea realmente solitario. Uno aprende a apoyarse en el otro, a confiar en el otro, porque es la única manera de seguir adelante. En cuestión tan sólo de cuatro días, uno arma redes sociales por medio de amistades construidas casi instantáneamente para poder sobrevivir. Pero para sorpresa mía, al finalizar el trayecto me esperaba un autodescubrimiento más: me había dado cuenta que si ese camino había sido una metáfora de la vida, entonces no me había gustado transitarlo en solitario. En ese momento descubrí que hubiera querido tener alguien especial caminando a mi lado y a partir de ese momento sentía que quería transitar mi vida al lado de alguien más.

En el viaje a Machu Picchu pasaron un par de cosas más que marcaron a partir de ese momento mi destino: (1)
me había comprado una Chacana Mágica de serpentina y plata (2) me había comprado unos sahumerios artesanales hechos de plantas andinas (3) había conocido a un mochilero que me había hablado de una ciudad incaica llamada Choquequirao.

No todas las Chacanas eran realmente mágicas. Mientras paseaba por los mercados de Puno y Cuzco, tomaba las Chacanas en mis manos pero no sentía absolutamente nada hasta que sin buscarlo, dí con una Chacana tallada en una piedra verde llamada serpentina con decoraciones en plata en el mercado de Aguas Calientes. La miré y llamó mi atención. La tomé con mi mano y al encerrarla en mi puño pude sentir su poder. Era de una belleza excepcional pero su valor monetario excedía lo que yo podía gastar en ese día (e incluso en varios días más) y así como la tuve l
a dejé. El tren hacia Cuzco estaba a punto de partir y algo me decía que yo tenía que volver por mi Chacana. Comprarla significaba quedarme monetariamente en banca rota para el resto del día, pero el pasaje ya lo tenía y realmente no necesitaba comprar nada más, así que recorrí el laberinto del mercado donde todos los puestos se me tornaba iguales, hasta que di con la señora que me la había ofrecido y finalmente me la llevé.

Una vez en mi ciudad natal, sobrecargué a la Chacana con pedidos que excedían su poder, era una Chacana Mágica, no una Chacana hacedora de milagros y finalmente decidió abandonarme soltándose de mi cuello. Pero, a falta de Chacana, me la agarré con los sahumerios y un día, cuando el humo espeso de las hierbas quemadas se apoderó como una neblina de mi habitación, me sentí en conexión con los Dioses Incas y les pedí que me ayudaran a encontrar al amor de mi vida. No tenía nada para ofrecerles a cambio, pero en ese momento me vino a la mente aquella otra ciudadela de la que me habían hablado e inmediatamente les prometí que a cambio dedicaría mi vida a cuidar Choquequirao. Unos días después, casi por arte de magia, apareció en mi vida un mochilero que gustaba de viajar tanto como yo, pero lo que más me impresionó fue cuando mencionó su nacionalidad: era peruano. A partir de ese momento sentí que estaba en deuda con Los Dioses.

Mi viaje a Choquequirao comenzó a tomar forma rápidamente pero esta vez quería optimizar los tiempos y la vía aérea se tornó mi medio de transporte principal. Llegar a Choquequirao implicaba previamente volver a pisar Cuzco, aquella ciudad que se había tornado esquiva en mi primer viaje haciéndome perder parte de sus fotos, pero que así y todo se había convertido en la ciudad de mis sueños. Y ahora tenía no sólo la oportunidad sino también el deseo de visitar a Lima y a su limeño especial. Pero nuevamente en el mapa la airosa ciudad de Lima desafiaba todos mi planes, así que sin dudarlo junté un par de anillos y pulseras de oro y las vendí a fin de obtener efectivo para el viaje. Resultaba paradójico pensar que los españoles durante la conquista fundían el oro del Perú para enviarlo a España y que yo para poder viajar al Perú hacía la operación inversa.
Definitivamente mi viaje a Choquequirao fue el viaje en el que menos dinero llevé, estaba tan ahorcada monetariamente que recuerdo que contaba las monedas para poder comer. Igualmente, a diferencia de lo que sucede en otros países, las monedas en el Perú abundan y tienen altas denominaciones, con lo cual, poseer muchas monedas genera la falsa impresión de poseer migajas de dinero cuando en realidad en su conjunto pueden conformar una suma interesante. En una de mis primeras visitas a los museos de Lima vi una pequeña vasija de doble pico de color turquesa que costaba tan sólo cinco soles pero no podía darme el lujo de tener esa pequeña pieza y no comer, así que por mucho que me gustaba, la olvidé.

Seguí mi camino hacia Cuzco y de ahí partí, entre entusiasmada y temerosa, hacia Choquequirao. La montaña no me lo hacía fácil sino que me retaba a duelo, al lado de esto Machu Picchu se había convertido en un juego de niños y pronto me di cuenta que no podría continuar mi camino. Había quedado a pocos metros de la cima debido a que mi cuerpo no podía sobreponerse a las condiciones del clima, de la exigencia física y de la altura, así que abandonando muy a mi pesar mi objetivo, decidí volver. "Cuando la montaña no quiere, no quiere" me habían dicho y por suerte, supe escuchar el
mensaje que ésta me decía. Lo que tal vez no interpreté fue que el no cumplir con mi promesa tenía consecuencias directas con aquella relación que tanto estaba deseando preservar, o tal vez fue sólo un aviso, una señal, una advertencia, lo cierto es que el algún momento no muy lejano, el encanto de esa bella relación se rompió y la magia desapareció.


Chacana Mágica corazón de Huayruro

Así y todo, estando en el Valle Sagrado, decidí reponer mi Chacana perdida y entre los puestos de los mercados de la zona di con una nueva Chacana Mágica de serpentina, por cierto bastante más chica que la anterior, pero con una semilla de huayruro en su corazón, lo que la convertía en una pieza originaria y a la vez original.
Tanto en mi primer viaje a Machu Picchu como en mi segundo viaje a Choquequirao, Arequipa había formado parte inicial de mis planes, pero por cuestiones de distancias y de tiempos, en ambos proyectos había quedado descartada desde el inicio mismo.







Vasija de doble pico
En el año 2011 tuve la tercer oportunidad de viajar al Perú, pero esta vez ingresando desde la frontera con Chile, desde Arica hacia Tacna. Y finalmente, entre los mercados de Tacna, pude encontrar aquella vasija de doble pico color turquesa que había dejado pasar en mi viaje anterior. Arequipa quedaba tan sólo unos pasos hacia el norte pero por cuetiones de tiempo, mi visita hacia aquella pintoresca ciudad quedaría postergada por tercera vez.

Mirando hacia atrás, descubro que en cada viaje Perú me deja pendiente algo por hacer, algo por conseguir, algo por alcanzar, siempre me da pero me quita a la vez, nunca me deja el todo en las manos, arrastrándome a visitarlo una y otra y otra vez...

 ***

Si querés conocer más acerca de estos viajes, te dejo los links de sus respectivos Diarios de Viaje

PUNO-CUZCO-MACHU PICCHU

LIMA-CUZCO-CHOQUEQUIRAO

TACNA

jueves, 15 de marzo de 2012

ARGENTINA - CAP 5/5: Cata y Tucu

Santa María, Catamarca - jueves, 15 de marzo de 2012






El río sigue crecido pero sin la bravura del día de ayer y el paisaje en general se torna más amigable al estar encuadrado por un diáfano cielo celeste brillante iluminado por un radiante sol que escurre las últimas gotas de agua que quedan en las laderas, las incorpora al cauce del río y las transporta río abajo quién sabe hasta dónde, con rumbo norte.  Estoy segura que el sol y el río tienen una sociedad secreta entre sí de la que la lluvia no participa: el sol le ayuda a recolectar pacientemente las gotas de agua que la lluvia desparramó como quien junta las perlas de un collar y las devuelve al río quien las traslada lejos del alcance de la lluvia, para guardarlas tal vez en un arcón.




El cruce matutino fue caudaloso pero sin mayores complicaciones, sin embargo, lo mejor fue a la vuelta cuando nos encontramos con la sorpresa que uno de los vaqueanos de la zona nos estaba esperando en la otra orilla montado sobre un hermoso caballo marrón de gran porte y mirada erguida.


Cuando nos vió acercarnos a la orilla para iniciar el cruce hacia él, el vaqueano cruzó el río hacia nosotros y condujo su caballo de forma tal de quedar de espaldas a nosotros pero justo delante nuestro.  Así el caballo avanzaba señalándonos el mejor camino mientras nosotros podíamos estimar la profunidad del agua según cuánto se sumergían las patas de ese bellísimo animal.  Por suerte el agua no sobrepasaba su primera articulación y luego de cada tramo que cruzaba, giraba para ponerse de frente a nosotros y aguardar nuestro turno de cruzar por el camino que él nos había gentilmente marcado.  Realmente fue un placer cruzar junto a este hermoso animal que se desplazaba seguro en el agua con suma serenidad.


Santa María, Catamarca - viernes, 16 de marzo de 2012


Esto ya es un vicio y cualquier excusa es válida para tomar una chocolatada, versión caliente, versión fría.  El miércoles la chica que cayó al agua, invitó a todos con una chocolatada caliente como prenda por haberse mojado, hoy otra chica que salió invicta del río, invitó a todos con una chocolatada fría por no haberse mojado!!!


San Miguel de Tucumán, Tucumán - sábado, 17 de marzo de 2012






Una breve visita por esta ciudad que yo había ya visitado en otras oportunidades, me dejó un tanto desilusionada.  La ciudad tiene dos peatonales principales, paralelas, separadas por la plaza principal: (1) negocios gigantescos repletos de piso a techo de artículos de marca, ropa, electrodomésticos, evidentemente dirigidos al consumo local (2) ferias artesanales y negocios de artículos regionales, en medio de los cuales se encuentra la histórica Casa de Tucumán, evidentemente dirigidos al turista que transita casi obligatoriamente por esa zona, pero en esta última peatonal, extrañamente, los negocios estaban en su mayoría cerrados.  


En los jardines de la Casa de Tucumán
En esta situación de semiabandono del sector tradicional de la ciudad en pos del sector económico, nuestro micro también estuvo retrasado, por lo cual debimos esperar una hora y media en unos bancos preparados para tal situación en el shopping que está junto a la terminal de micros, y para falicilitarnos el traslado de todo el equipaje, cansadas ya de movilizar tanto peso sobre nuestras espaldas, hicimos uso de un changuito de supermercado.  Así fue que pasamos parte de la noche mateando y comiendo empanadas calientes de humita (que habíamos comprado por el camino) junto a un chango cargado de mochilas en el salon principal del centro comercial.


Micro, partiendo de Tucumán - domingo, 18 de marzo de 2012


Poleo, en el micro, mientras escribo el Diario de Viajes   
Uno de los recuerdos aromáticos que sin duda voy a llevar conmigo el resto de mi vida, de aquellos días junto a mis amigos en Santa María, es el aroma del poleo silvestre que crece junto a las orillas del río Santa María y que durante estas dos semanas les dió un toque de sabor especial a nuestros mates.  He realizado una pequeña recolección de esta planta en una bolsita como para poder hacer perdurar unos días más la compañía de su aroma hasta que simplemente se desvanezca en un cálido recuerdo.


El otro recuerdo imborrable es haber experimentado vivir dos semanas sin televisión, sin internet y sin señal de celular... UNA MARAVILLA!!!  Particularmente, es tan débil la señal de esta última que la mayoría del tiempo los celulares se encuentran directamente "fuera de servicio".  Pero para poder enviar y recibir mensajes, los vecinos de la zona encontraron un buen método: coloraron tres clavos a modo de "base portacelular" sobre la parte alta de un poste donde dejan enganchados sus celulares, con los mensajes listos en la bandeja de salida, así cuando el viento trae la señal, los celulares están listos para lanzar sus mensajes al viento.  El viento, a modo de "cartero", no sólo se lleva las noticias del pueblo sino que trae novedades de otros pueblos, a las que por suerte aprendió también a depositar en los celulares que las aguardan pacientes, cotejados de oxidados clavos, a modo de antenas satelitales que esperan descifrar una tenue señal extraterrestre, coronando el viejo poste de madera, cual metáfora electrónica de los viejos buzones de correo.  Más que nunca, son palabras al viento.-

miércoles, 14 de marzo de 2012

ARGENTINA - CAP 4/5: la crecida

Santa María, Catamarca - miércoles, 14 de marzo de 2012

Estábamos nuevamente en la orilla oeste del río Santa María y mientras nosotras estábamos iluminadas por el sol, podíamos ver, sobre la orilla este del río, avanzar una cortina densa de lluvia que se desplazaba muy lentamente, cual vitral opaco blanquecino, desde el Aconquija en dirección norte.  Era impresionante ver como después que pasaba esa densa lluvia sobre todo el cordón montañoso de en frente, las altas cumbre quedaban cubiertas de un fresco manto de nieve.

A medida que la cortina de lluvia se desplazaba frente a nuestros ojos y se posicionaba justo en frente nuestro, la temperatura descendía rápidamente y el sol a nuestro alrededor iba perdiendo fuerza y diluía su fuerte color dorado en un deslucido y frío plateado que apaciguaba su fuego abrasador y apenas iluminaba con una gélida luz blanca.

A pesar de la densa cortina de lluvia que se descargaba del cielo, la cantidad de agua caída era constante y parecía no tener fin, como si la reserva de lluvia de las nubes fuese un recurso inagotable. 

Mientras tanto nosotras seguíamos desplazándonos sobre el cordón montañoso seco, que corría paralelo al cordón montañoso llovido.  Pero de pronto, del lado sur del mismo, vimos venir avanzando hacia nosotras, una nueva cortina de lluvia fumé.  Había que salir de su camino cuanto antes.

Nos comunicamos entre nosotros vía handy ya que estábamos esparcidos por distantes puntos sobre la misma ladera y acordamos partir en el momento debido a los tremendos rayos, que como fuegos artificiales, iluminaban las grises nubes que habían eclipsado, sobre nuestras cabezas, el sol.  No hay fotos porque no era un momento para hacer foco en otra cosa más que en abandonar la zona.

Todos los días procurábamos cruzar lentamente el río, buscando sus zonas más anchas, y por ende, más bajas, donde el agua no nos llegaba más allá de nuestras rodillas y nos permitía mantener la estabilidad de cada paso.  Buscábamos las zonas donde el cauce principal se dividía en pequeños riachuelos separados entre sí por pequeñas lonjas de piedras y arena.  Debíamos cruzar diariamente unos seis de estos riachuelos aproximadamente.  Y cruzábamos siempre en diagonal, desde un punto más arriba, río arriba, con respecto al punto que queríamos alcanzar al terminar el cruce, para dejarnos, de esta forma, arrastrar lateralmente por la fuerza del río mientras lo atravesábamos.

Pero esta vez comenzó a llover sobre nosotros en forma copiosa y dado que el río corría hacia el norte y la tormenta tenía dirección sur-norte, el cauce iba rápidamente en aumento, sobrecargado por el agua extra de la lluvia.

Nos llevó un par de minutos, tal vez unos quince minutos, caminar a paso apurado entre los matorrales, ladera abajo, debajo de una lluvia que se hacía cada vez más intensa, hasta alcanzar la planicie aluvial.  Pero en el camino debimos hacer una parada técnica para poder ponernos nuestros pilotines.  No podíamos perder un segundo más, cada minuto que pasaba era un minuto más en nuestra contra y a favor de la crecida.

Previendo que esto podía sucedernos algún día, habíamos dejado escondidos entre los matorrales del cerro, una carpa, comida y un bidón de agua, sin embargo, antes de pasar a hacer efectivo este plan B, que nos dejaba a merced de una ladera alterada por la lluvia y sin posibilidad de ver lo que sucedía a nuestro alrededor salvo en la inmediatez de nuestras linternas, debíamos evaluar la posibilidad de llevar adelante el plan A: intentar cruzar el río crecido.  

Otra de las cosas que fuimos haciendo en los días previos, fue esconder botellas de agua potable entre de los arbustos de los caminos que más transitamos para poder volver a ellas cada vez que lo necesitamos, pero esta vez, el agua nos caía cual maná del cielo.

Sólo cuando llegamos a la orilla, después de atravesado una tupida franja de espinosos arbustos, pudimos ver realmente cuál era el panorama.  Mi impresión fue desesperante: el río estaba incruzable.

Era una masa rápida de agua revuelta, turbia y marrón, que avanzaba a toda velocidad, generando ligeros saltos y un oleaje permanente sobre su superficie.  Los pequeños islotes de arena que dividían cotidianamente el cauce del río, salvo el del medio, habían desaparecido debajo de la corriente. 

De los cinco integrantes que formábamos el equipo (durante la semana se nos había sumado un muchacho) yo era la única que consideraba que cruzar el río enfurecido, bajo la lluvia densa, con los pilotines puestos y con las mochilas sobre nuestras espaldas, era una locura.  Sin embargo, mis cuatro compañeros consideraron que todavía se podía intentar el cruce, en condiciones dificultosas, pero posibles.

No iba a quedarme sola en medio de una tormenta, en la montaña, pero tampoco estaba convencida de dejarme arrastrar por la crecida, sin embargo no había tiempo para este tipo de preguntas filosóficas, ni tampoco lo hubo para evaluar, como hacíamos diariamente, cuál era la mejor zona para cruzar: imperaba cruzar y salir de ahí cuanto antes, antes que la crecida se desperezara y extendiera su cuerpo a lo ancho, de costa a costa.   Es por eso que durante las crecidas, permanecer en las orillas también es peligroso, porque el agua suele cortar porciones de tierra completas, llevando consigo todo lo que se encuentra en ella.

Comenzamos a cruzar la primera de las dos autopistas fluviales que se habían formado.  Como cada día, formamos lo que llamábamos el Frente de Choque Acuático: tres personas tomadas del brazo avanzando adelante y dos más, caminando separadas, avanzando por detrás, sólo que esta vez, el tomarnos de los brazos resultaba sumamente incómodo y hasta incluso inestable, debido a que llevábamos los pilotines puestos como una gran capa, cubriendo por encima nuestros cuerpos junto a nuestros pertrechos, con lo cual éramos como una especie de globos con patas y de colores llamativos, incapaces de elevarnos, derrapando por la tierra, en medio del paisaje gris de la tormenta.  

La fuerza del agua intentando desestabilizar nuestros pasos era impresionante, pero más que mirar la corriente de agua que tiraba de nuestras piernas e intentaba arrastrarnos para llevarnos consigo, cada vez que cruzaba el río, posaba mi vista sobre el horizonte, en lo alto de las cumbres montañosas, para sentir únicamente la fuerza del agua ejerciendo presión sobre mi cuerpo pero evitando marearme o aun desesperarme viéndola correr a mi alrededor.

Con mucha dificultad pero con pequeños y certeros pasos pudimos alcanzar la única franja de arena que quedaba libre de río, justo en el centro de su cauce, y que se extendía más allá sólo unos metros para perderse nuevamente bajo el manto de agua.  Tendría tal vez unos cuatro metros de ancho por unos diez de ancho.  Era una tenue lengua de arena que se extendía paralela al cauce del río pero que lentamente tendía a desaparecer.  De pronto me puse de cara al sur y me ví parada en un islote que distaba mucho de ser tierra firme, frente a un río que venía seguro de sí mismo, en mi dirección, pero que al llegar a mi, me rodeada abriéndome sus dos brazos, cerrando nuevamente el furioso abrazo a mis espaldas.  

El segundo cauce a cruzar era un torbellino de agua embravecida que se elevaba y se montaba sobre sí misma.  En comparación, el brazo que acaba de cruzar se me tornaba manso y domesticable.   Nuevamente mi apreciación era unitaria: el río era incruzable.  ¿Qué razonamiento o qué pérdida del mismo me había llevado hasta ahí y me había puesto en medio de la crecida? 

Mientras tanto a mi alrededor mis compañeros se movían de un lado al otro y debatían sobre cuál era el mejor punto para cruzar dentro de un contexto de "incruzabilidad" total.

Mi prioridad de pronto se convirtió en alcanzar la otra orilla lo más pronto posible, antes que el cauce del río aumentara lo suficiente como para devorar la lonja de arena sobre la que me encontraba perplejamente parada y se convirtiera en un sólo brazo unificándose.  Temí literalmente que el río me moviera el piso.  El río no pide permiso sino que toma a su paso todo lo que desea, todo lo que le pertenece, y lo incorpora a su lecho, tal vez a modo de trofeo para demostrar quién es el que manda en la esfera natural, tal vez a modo de ofrenda para cobrarse alguna deuda en la esfera sobrenatural... 

Miré suplicante a una de mis compañeras y emití una sola palabra: "volvamos".  Volver implicaba resguardarnos los cinco en una pequeña carpa que seguramente en ese momento estaría mojada (porque estaba sin armar) y alimentarnos de un par de latas de comida fría.  El brazo que acabábamos de cruzar sabíamos que era todavía transitable, el que nos esperaba era incierto y se mostraba mucho más desafiante.  Sin embargo el equipo priorizó avanzar.  ¿Cuál era el límite?  ¿Esperar a que el río se llevara a uno de nosotros para que comprendiéramos lo que nos estaba queriendo decir con todas sus señales de alerta y que estábamos empecinados en no escuchar?  Así y todo, nos rearmamos rápidamente y continuamos el cruce adentrándonos en la segunda vía de agua.

La fuerza del agua tiraba mucho más fuerte que en el brazo anterior y se arremolinaba cotejándonos a nuestro alrededor, como manteniéndonos en una ronda ritual que aguardaba nuestra rendición en la caída.  Sin embargo, cuando ya casi parecía que alcanzábamos la orilla, una de nuestras compañeras se dobló el tobillo y cayó al agua aferrándose al lecho "en cuatro patas".  Todos nos dimos vuelta repentinamente horrorizados y corrimos en su ayuda mientras el río no cesaba de danzar victorioso a su alrededor, demostrándonos que la había tomado prisionera, pero nosotros no estábamos dispuestos a dejar que se la apropiara, sin embargo una de las chicas que corrió en su ayuda, tropezó y también cayó al agua sobre la orilla.  Ahora teníamos dos de cinco personas esclavizadas por el río.  Las ayudamos y nos alejamos del cauce lo más rápido posible como que no tomara una nueva víctima del pie.

Llegamos a nuestra casa completamente mojados y embarrados, así que prendimos el horno para calentar un poco el ambiente y entrar en calor nosotros también.  Rápidamente nos quitamos las prendas mojadas, las colgamos en la cocina para que se secaran y a cambio nos pusimos ropa seca.  En la calidez del hogar y en lo reciente del húmedo recuerdo, nos preparamos unas tazas de chocolate caliente que preparó a modo de invitación quien había caído primeramente al agua, a modo de generoso gesto de agradecimiento.- 


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martes, 6 de marzo de 2012

ARGENTINA - CAP 3/5: y la alimaña del día es...

Santa María, Catamarca - martes, 06 de marzo de 2012

Debido a las fuertes tormentas de lluvia que se sucedieron durante la noche, hoy amaneció mucho más fresco y definitivamente nos vimos impedidas de cruzar el río, así que nos fuimos hacia otra zona donde nuevamente vimos una coral, la segunda en dos días, a un promedio de una por día.  Así fue que nos surgió la necesidad de armarnos unas canilleras para protegernos la mitad inferior de las piernas, desde la rodilla hasta el tobillo.  Para ello estamos buscando entre los vecinos del pueblo alguien que pueda vendernos unas cámaras de auto rotas para poder confeccionarlas.  Si bien no sabemos a ciencia cierta qué tan efectivas pueden ser, consideramos que es preferible eso a no llevar absolutamente nada.



En nuestro camino, hoy volvimos a cruzar un río, pero esta vez, para evitar hacer equilibrio descalzas sobre las piedras, cruzamos directamente con las botas de trekking puestas.  Igualmente, en estos casos, hay que asegurar bien el calzado al pie, dado que la fuerza del agua puede arrancarlo... tal como nos sucedió con una sandalia.





Santa María, Catamarca - miércoles, 07 de marzo de 2012

"Y la alimaña del día es...".  Como ya se nos hizo costumbre, para cubrir nuestra dosis diaria de alimañas, hoy amanecimos con una superaraña de unos diez centímetros de ancho, desperezándose sobre la pared de la cocina.  Por momentos me pregunto seriamente dónde diablos me metí.  


Por suerte pudimos hacer efectiva nuestra ofrenda a la Pachamama en un sector seco del lecho meandriforme del río Santa María, donde pedimos protección a la Madre Tierra y dimos muestra de nuestro respeto por ella.


Santa María, Catamarca - jueves, 08 de marzo de 2012


El día posterior a la ofrenda las cosas amanecieron con otro color: las lluvias  cesaron y la naturaleza dejó de enviarnos sus peores representantes, las alimañas, para ofrecernos la compañía de pequeñas lagartijas (hemos visto una muy llamativa, color gris con las patas naranja fluorescentes), orugas amarillas, pequeños sapitos y una super mariposa negra que tendría unos quince centímetros de ancho que parecía un murciélago amanerado.-




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domingo, 4 de marzo de 2012

ARGENTINA - CAP 2/5: experiencia Catamarca

Micro, camino a Tucumán - domingo, 04 de marzo de 2012

8:30 am y nos despertaron con la quinta dosis de películas!!! ¿Quién puede amanecer tranquilo y de buen humor cuando te despiertan los chillidos de las trompetas del yanquifilm que anuncian una de vaqueros???

Eso es algo que nunca voy a entender: ¿por qué si supuestamente estoy tomando un micro porque estoy de vacaciones, las empresas de transporte se empecinan en taladrarme la cabeza y los oídos con programas de televisión????????  Se supone que quiero descansar, despejarme, relajarme, pero con esto logran todo lo contrario: me dejan en un estado de estrés total provocado por la contaminación auditiva de llantos, explosiones, gritos, tiroteos, y lo peor de todo es -como en este caso- cuando toda esa batería auditiva la utilizan como inocente despertador!!!


Santa María, Catamarca



Hoy pasamos nuestro primer día en el camping de la ciudad y mañana vamos a iniciar nuestro trayecto hacia la montaña.  Como siempre acostumbro a hacer cada vez que viajo hacia las montañas, hemos armado una bolsita con algunos frutos de la tierra para hacer una ofrenda a la Pachamama para que nos dé su protección: unas hojas de coca, yerba para mate, vainas de algarrobo y una papa. 

Cuando llegamos, en el fondo del camping había un grupo de personas disfrutando de un almuerzo bailantero acompañados de música cumbianchera, pero en determinado momento cambiaron el estilo hacia música folklórica y el primer tema que comenzó a sonar, fuerte y claro, llenando mi alma con cada una de sus palabras, fue Zamba para Olvidarte, pero paradójicamente volvieron nuevamente los recuerdos y mis ojos se inundaron de lágrimas.  La zamba le canta a un amor que regresa, pero en mi caso, quien realiza el eterno retorno es el recuerdo de ese amor que me atormenta, y finalmente, la letra resulta válida también para el recuerdo que regresa.



 

   No sé para que volviste 
Si yo empezaba a olvidar
No sé si ya lo sabrás
Lloré cuando vos te fuiste
No sé para que volviste
Que mal me hace recordar

La tarde se ha puesto triste
Y yo prefiero callar
Para que vamos a hablar
De cosas que ya no existen
No sé para que volviste
Ya ves que es mejor no hablar

Que pena me da, saber que al final
De este amor ya no queda nada
(...)
No sé si ya lo sabrás
Mi vida se fue contigo
Contigo mi amor contigo
Que mal me hace recordar.









Santa María, Catamarca - lunes, 05 de marzo de 2012

Hoy fuimos a conocer las laderas de unos cerros que están al oeste del Río Santa María por lo cual tuvimos que cruzar el río a pie.  Fue mi primera vez en una experiencia de este tipo y realmente es muy impresionante ser empujada por la corriente a cada paso, es como que cada vez que uno levanta el pie descalzo, una vez en suspensión, el mismo es arrastrado corriente abajo, entonces a cada paso longitudinal uno debe imprimir una fuerza extra lateral para poder contrarrestar en arrastre.  Según nos indicaron los pobladores locales es importante a la hora de cruzar un río, valerse de un palo para poder ir tanteando la profundidad del mismo antes de dar el siguiente paso y, teniendo en cuenta la corriente del río, es importante cruzar en diagonal, calculando comenzar a cruzar un poco más arriba (corriente arriba) para que el empuje del agua, al finalizar el cruce, nos deje en el punto deseado.  

Según nos indicaron los pobladores locales, en esta zona hay que tener especial cuidado con dos víboras: una es la Coral, cuya mordedura según nos comentaron es letal, es anillada, de colores vivos, amarillo, rojo y negro, pero no es de comportamiento agresivo salvo que sea molestada, sino que más bien prefiere alejarse, y la otra es la De la Cruz, que según nos indicaron es de tamaño pequeño, y el inconveniente con este animalito es que se mantiene enroscada y lista así para el ataque, sumado a que gracias a su color se mimetiza con la tierra, por lo cual, es difícil de divisar, pero la contrapartida de todo esto es que por suerte su veneno tiene un suero antiofídico.  Y como recibimiento honorífico, en el acto inaugural de las alimañas, hoy hemos tenido el placer de cruzarnos en nuestro camino con una coral: la sensación de saber que ese pequeño animal que se desliza delante de tus pies y se escurre entre la hierba, puede darte muerte en un instante, lo deja a uno totalmente paralizado del horror.  Según nos indicaron existe también una falsa coral, pero lo peligroso del encuentro no amerita que uno se ponga a evaluar si está frente a un especimen auténtico o frente a una lombriz disfrazada de coral.

"Paisaje de Catamarca
con mil distintos tonos de verde;
un pueblito aquí, otro más allá,
y un camino largo que baja y se pierde..."

Finalmente abandonamos la idea de acampar en la montaña (la coral fue uno de los tantos motivos) y decidimos alquilarnos una pequeña casita que utilizaremos a modo de campamento base.-

***

CAMPING MUNICIPAL DE SANTA MARIA a cuatro cuadras de la plaza principal, cuenta con servicios de agua caliente, sectores para carpa y un amplio albergue.




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sábado, 3 de marzo de 2012

ARGENTINA - CAP 1/5: partiendo hacia Catamarca

Micro, camino a Tucumán - sábado, 03 de marzo de 2012

Hacía mucho tiempo que no planificaba un viaje de esta magnitud: 14 días de campamento en plena montaña junto a tres amigas.  Pero la magnitud no tiene que ver solamente con la experiencia futura a vivir sino también con todo lo que previamente implica su planificación.   A medida que avanzan los días uno descubre que inversamente a lo que creía, cada vez le faltan más cosas, y a esto se suma el plus de la emoción que va en incremento a medida que disminuye el tiempo para la partida.  La adrenalina corre por el cuerpo con la fuerza de un río de montaña... y a mi me arrastró el sueño y me dejó las últimas 24hs sin dormir.

Somos cuatro mujeres que planificamos vivir 14 días en dos carpas en medio de la naturaleza, alejadas de toda población humana, pero la cantidad de equipo necesario para lograr tal objetivo supera ampliamente nuestra capacidad de carga.  Viajamos como un séquito de "Equecos" pero con las alforjas repletas de felicidad.  

En realidad la apuesta es bastante arriesgada y es algo que hace varios días hace mella en mi cabeza y me tiene bastante inquieta, analizando toda la gama de posibilidades.  Para tener una mejor visión de la zona he armado un mapa satelital gigante ensamblando pequeños cuadros de sectores, siguiendo como columna vertebral del mapa el cauce del río Santa María.

Siempre es importante tener en cuenta que las condiciones climáticas pueden cambiar inesperadamente y sorprendernos cuando menos lo esperamos, por lo cual hay que estar siempre preparados con un equipo básico: el kit de supervivencia.  Hay un par de cosas que a mi entender son claves y que personalmente suelo llevar siempre en mi mochila de mano: un par de medias gruesas, una barra de chocolate, una linterna y una petaca de licor, así, llegado el caso, estos elementos pueden ayudarme a mantener el calor de mi cuerpo ante una situación de baja temperatura.  A partir de este viaje sumé además a mi equipo de supervivencia un nuevo instrumento: una brújula cartográfica.

Entre las cosas inesperadas que me deparaba la preparación de este viaje, unas horas antes de partir descubrí, al abrir el bolso que contenía la carpa, algo que había prácticamente olvidado: la última vez que la había desarmado había notado que una de las varillas estructurales tenía el elástico cortado.  Ahora lo reconfirmaba y a pocas horas de partir, me vi a mi misma en una mercería explicando, en un dialecto del lenguaje de señas, que necesitaba cinco metros de un elástico "así" para que pueda entrar en un tubo negro que tiene un agujerito "así" para poder armar la carpa.  Ir a una mercería a pedir elástico para la varilla rota de la carpa causó en la vendedora el mismo estupor que si me hubiese visto en ese mismo momento descender de un platillo volador procedente de una dimensión desconocida, si no me creen, hagan la prueba...


El servicio de ómnibus de larga distancia de Balut deja bastante que desear.  Llevamos 5hs de viaje y ya nos transmitieron tres películas cuyo volumen ensordecedor no nos permite escucharnos al hablar entre nosotras, ni leer, ni dormir.  Es más, en el único momento que logré dormitar, me desperté sobresaltada mirando atónita y con ojos abiertos como huevo frito, a mi compañera de asiento, al escuchar una frenada que creí era del micro pero resultó ser que provenía de los efectos especiales de la película que sonaban en estéreo a pocos centímetros de mis oídos.  Nos anunciaron una parada para cenar a las 21hs y para poder estar listas a tiempo y descender rápido, a las 20:30hs nos calzamos las botas de trekking, ya que veníamos cómodamente viajando en medias, pero lamentablemente algo les falló en los cálculos y terminamos parando para cenar de nuestro "tupper comunitario", fastidiadas, a las doce de la noche.-


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