domingo, 19 de octubre de 1997

ARGENTINA - ENTRE LA MONTAÑA Y EL MAR - CAP 4/5: Bariló

Esquel, Argentina – domingo 19 de octubre de 1997

En la estación de micros decido entrar en una “confitería” (parecía un pool) a desayunar.  Avanzo sigilosamente pues sólo hay hombres, para pasar desapercibida. 

Pido un desayuno y me siento a la mesa sobre un costado.  En frente hay dos jóvenes a los que observo de reojo.  Parecen españoles.  Uno de ellos se retira.  Termino mi café con leche y abono.  Me veo en el problema de no poder colocarme la mochila.  Me acerco al que queda: un rubio con rastas.  En seguida se levanta y sube mi mochila hasta mis hombros.  Iniciamos una conversación que decidimos continuar en el micro ya que llevamos el mismo rumbo.  Me acerco al bus y entablo conversación con el morocho.  Viajamos juntos.  Me aconsejan albergarme con ellos en un albergue para la juventud.  Viajo realmente nerviosa, tengo miedo de enfrentarme a algo que realmente deseo.  Lo pienso una y mil veces durante todo el camino: voy una noche, si no me gusta, me voy a un hotel.

Así fue como por primera vez conocí el espacio social de los hostels: la ventaja del espacio compartido aún cuando uno viaje en solitario, la posibilidad de interactuar constantemente con personas de lugares distantes del planeta, la posibilidad de poder conocer otros idiomas, otras costumbres y poder compartir los propios, la opción de vivir en una casa ajena como si fuera tu propia casa pero rodeado de personas nuevas, los focos de reunión en la cocina durante las horas pico donde todos cocinan cosas distintas a la vez y donde humos, aromas y sabores de distintas partes del mundo se unifican formando una atmósfera especial, la mesada llena de verduras picadas, las ollas y sartenes esperando su turno para sumarse al fuego, la posibilidad de compartir experiencias y armar caminos juntos.

 
San Carlos de Bariloche, Argentina

El ingreso a la ciudad de San Carlos de Bariloche se realiza desde el sur y el paisaje es bellísimo e imperdible.  La ruta se interna entre montañas cubiertas de coníferas y bordea un continuum de lagos de aguas calmas, un espacio completamente virgen donde lo único artificial es la serpenteante ruta que lo atraviesa.


Con mi amigo el español
Por la tarde, los españoles me invitaron a ver el atardecer sobre Playa Bonita, en la orilla del Lago Nahuel Huapi, ladera abajo sobre la misma pendiente en donde se encuentra nuestro hostel.  Estando ya ubicados sobre uno de los laterales del lago, frente al sol, sentados sobre unas rocas, en un estado de completo relax, los españoles comenzaron a fumar un porro.  Recuerdo que me asusté y regresé corriendo al hostel, subiendo la empinada ladera entre coníferas como si fuera una película de terror nocturna.  Recuerdo esto con mucho cariño porque en mi inocencia corrí entre los árboles barranca arriba desesperada… era de día y el sol todavía resplandecía sobre el horizonte iluminando todo el paisaje, una tarde preciosa, cálida y tranquila, pero yo me sentía correr en la oscuridad de un bosque tenebroso.

Con mi amigo el suizo-italiano
El hostel es una cabaña de madera en un pinar frente al lago Nahuel Huapi.  Cerca de las 21hs estamos todos reunidos en el living charlando.  Suena el timbre.  Tengo un deseo interno y una ilusión de que pudieran ser los suizos e imagino esa situación en mi mente, pero no me fijo.  De pronto escucho su voz en la cocina.  Me levanto corriendo.  Me mira contento y me da dos besos.  “¡Tú!  ¡Oh!”

¡Bariloche está de Puta Madre, coño!




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