sábado, 12 de mayo de 2012

Mis Viajes a Perú

Uno de los destinos que más reiteradamente visité fue sin dudas el Perú. Cuando era adolescente y recién me iniciaba en esto de mochilear por el mundo, veía a Machu Picchu como el punto culminante de mi aventura: La Meca Mochilera. En esa época, Perú era en mi mente sinónimo de Machu Picchu y de nada más, era como que la Ciudadela Incaica surgiendo de entre la vegetación espesa de la selva y envuelta en un aura de magia, era todo lo yo imaginaba que podía encontrar en ese país y hacer el trekking por el Camino del Inca se había convertido en mi objetivo final.

Recuerdo que en aquellas épocas el trekking por el Camino del Inca se publicitaba como "4 días / 3 noches" en todos los folletines de viajes estudiantiles y yo los guardaba celosamente, miraba la ciudadela encantada deseando algún
día poder alcanzarla, pero para esa época y para la edad que tenía, llegar a Machu Picchu recorriendo tierras extranjeras era una idea muy lejana.

Sin embargo, el plan seguía dando vueltas en mi mente y las anotaciones de los detalles y los cálculos monetarios que insumía tal empresa, se amontonaban entre mis papeles, hasta que poco a poco fueron tomando la forma de un posible viaje. Incluso se dibujaba difusa una fecha estimada de partida para el año 2006, pero ni bien se iniciaba el año 2005, yo había perdido mi único sustento monetario: mi trabajo. Me llevó casi un año reponerme de ese duro golpe y otro año más estabilizarme monetariamente.
No sólo no había podido viajar al Perú sino que no había podido salir de mi ciudad ni de mi propia casa.

Pero el 2007 se tornaba bastante alentador, contaba con un nuevo trabajo y una nueva posibilidad de sustento económico que incluso me daba un poco más de cintura en todos los movimientos, sin embargo, por segunda vez mi viaje se vio truncado: hacia fines del 2007 un accidente en una de mis rodillas me llevó directo al quirófano.

Mis deseos de llegar a la Ciudadela Incaica no menguaban y luego de un intenso trabajo de rehabilitación, dos años más tarde, para el 2009, estaba lista para partir. El viaje incluía en su trayecto: Argentina, Bolivia y Perú. Contaba con dos semanas pero con escaso dinero, lo cual me limitaba a hacer todo el trayecto por tierra. El ingreso a Perú era vía Puno y de ahí triangulaba con Cuzco y Machu Picchu. Pero recuerdo que en aquellas épocas miraba el mapa y cuando ya Machu Picchu se había tornado en un destino accesible, Lima me desafiaba desde el rabillo oeste de mi ojo izquierdo. El trayecto Cuzco-Lima por tierra era demasiado extenso para sumarlo a mi travesía, sin embargo había algo en la
Ciudad de Los Reyes que llamaba mi atención, algo que se me tornaba misterioso, potente y nuevamente lejano para mi. Lima quedaba definitivamente fuera de mis posibilidades.


Recuerdo que viví esos cuatro días que duraba el trayecto del Camino del Inca con suma intensidad. La mezcla de sensaciones era verborrágica e intestina: lloraba, saltaba, cantaba y reía, todo a la vez. Pero si hay algo en lo que me marcó ese viaje fue que viví mis día en el Camino del Inca como una metáfora de la vida misma: uno comienza el trayecto entusiasmado, con fuerzas, con energías, con optimismo pero a medida que van avanzando los días, las fuerzas menguan, uno empieza a apoyarse más en los bastones y menos en la musculatura propia y se dá cuenta que en definitiva transita ese camino sólo, y aún cuando va rodeado de gente, no son más que desconocidos en quienes tiene que confiar y con quienes tiene que aprender a negociar para evitar que su andar sea realmente solitario. Uno aprende a apoyarse en el otro, a confiar en el otro, porque es la única manera de seguir adelante. En cuestión tan sólo de cuatro días, uno arma redes sociales por medio de amistades construidas casi instantáneamente para poder sobrevivir. Pero para sorpresa mía, al finalizar el trayecto me esperaba un autodescubrimiento más: me había dado cuenta que si ese camino había sido una metáfora de la vida, entonces no me había gustado transitarlo en solitario. En ese momento descubrí que hubiera querido tener alguien especial caminando a mi lado y a partir de ese momento sentía que quería transitar mi vida al lado de alguien más.

En el viaje a Machu Picchu pasaron un par de cosas más que marcaron a partir de ese momento mi destino: (1)
me había comprado una Chacana Mágica de serpentina y plata (2) me había comprado unos sahumerios artesanales hechos de plantas andinas (3) había conocido a un mochilero que me había hablado de una ciudad incaica llamada Choquequirao.

No todas las Chacanas eran realmente mágicas. Mientras paseaba por los mercados de Puno y Cuzco, tomaba las Chacanas en mis manos pero no sentía absolutamente nada hasta que sin buscarlo, dí con una Chacana tallada en una piedra verde llamada serpentina con decoraciones en plata en el mercado de Aguas Calientes. La miré y llamó mi atención. La tomé con mi mano y al encerrarla en mi puño pude sentir su poder. Era de una belleza excepcional pero su valor monetario excedía lo que yo podía gastar en ese día (e incluso en varios días más) y así como la tuve l
a dejé. El tren hacia Cuzco estaba a punto de partir y algo me decía que yo tenía que volver por mi Chacana. Comprarla significaba quedarme monetariamente en banca rota para el resto del día, pero el pasaje ya lo tenía y realmente no necesitaba comprar nada más, así que recorrí el laberinto del mercado donde todos los puestos se me tornaba iguales, hasta que di con la señora que me la había ofrecido y finalmente me la llevé.

Una vez en mi ciudad natal, sobrecargué a la Chacana con pedidos que excedían su poder, era una Chacana Mágica, no una Chacana hacedora de milagros y finalmente decidió abandonarme soltándose de mi cuello. Pero, a falta de Chacana, me la agarré con los sahumerios y un día, cuando el humo espeso de las hierbas quemadas se apoderó como una neblina de mi habitación, me sentí en conexión con los Dioses Incas y les pedí que me ayudaran a encontrar al amor de mi vida. No tenía nada para ofrecerles a cambio, pero en ese momento me vino a la mente aquella otra ciudadela de la que me habían hablado e inmediatamente les prometí que a cambio dedicaría mi vida a cuidar Choquequirao. Unos días después, casi por arte de magia, apareció en mi vida un mochilero que gustaba de viajar tanto como yo, pero lo que más me impresionó fue cuando mencionó su nacionalidad: era peruano. A partir de ese momento sentí que estaba en deuda con Los Dioses.

Mi viaje a Choquequirao comenzó a tomar forma rápidamente pero esta vez quería optimizar los tiempos y la vía aérea se tornó mi medio de transporte principal. Llegar a Choquequirao implicaba previamente volver a pisar Cuzco, aquella ciudad que se había tornado esquiva en mi primer viaje haciéndome perder parte de sus fotos, pero que así y todo se había convertido en la ciudad de mis sueños. Y ahora tenía no sólo la oportunidad sino también el deseo de visitar a Lima y a su limeño especial. Pero nuevamente en el mapa la airosa ciudad de Lima desafiaba todos mi planes, así que sin dudarlo junté un par de anillos y pulseras de oro y las vendí a fin de obtener efectivo para el viaje. Resultaba paradójico pensar que los españoles durante la conquista fundían el oro del Perú para enviarlo a España y que yo para poder viajar al Perú hacía la operación inversa.
Definitivamente mi viaje a Choquequirao fue el viaje en el que menos dinero llevé, estaba tan ahorcada monetariamente que recuerdo que contaba las monedas para poder comer. Igualmente, a diferencia de lo que sucede en otros países, las monedas en el Perú abundan y tienen altas denominaciones, con lo cual, poseer muchas monedas genera la falsa impresión de poseer migajas de dinero cuando en realidad en su conjunto pueden conformar una suma interesante. En una de mis primeras visitas a los museos de Lima vi una pequeña vasija de doble pico de color turquesa que costaba tan sólo cinco soles pero no podía darme el lujo de tener esa pequeña pieza y no comer, así que por mucho que me gustaba, la olvidé.

Seguí mi camino hacia Cuzco y de ahí partí, entre entusiasmada y temerosa, hacia Choquequirao. La montaña no me lo hacía fácil sino que me retaba a duelo, al lado de esto Machu Picchu se había convertido en un juego de niños y pronto me di cuenta que no podría continuar mi camino. Había quedado a pocos metros de la cima debido a que mi cuerpo no podía sobreponerse a las condiciones del clima, de la exigencia física y de la altura, así que abandonando muy a mi pesar mi objetivo, decidí volver. "Cuando la montaña no quiere, no quiere" me habían dicho y por suerte, supe escuchar el
mensaje que ésta me decía. Lo que tal vez no interpreté fue que el no cumplir con mi promesa tenía consecuencias directas con aquella relación que tanto estaba deseando preservar, o tal vez fue sólo un aviso, una señal, una advertencia, lo cierto es que el algún momento no muy lejano, el encanto de esa bella relación se rompió y la magia desapareció.


Chacana Mágica corazón de Huayruro

Así y todo, estando en el Valle Sagrado, decidí reponer mi Chacana perdida y entre los puestos de los mercados de la zona di con una nueva Chacana Mágica de serpentina, por cierto bastante más chica que la anterior, pero con una semilla de huayruro en su corazón, lo que la convertía en una pieza originaria y a la vez original.
Tanto en mi primer viaje a Machu Picchu como en mi segundo viaje a Choquequirao, Arequipa había formado parte inicial de mis planes, pero por cuestiones de distancias y de tiempos, en ambos proyectos había quedado descartada desde el inicio mismo.







Vasija de doble pico
En el año 2011 tuve la tercer oportunidad de viajar al Perú, pero esta vez ingresando desde la frontera con Chile, desde Arica hacia Tacna. Y finalmente, entre los mercados de Tacna, pude encontrar aquella vasija de doble pico color turquesa que había dejado pasar en mi viaje anterior. Arequipa quedaba tan sólo unos pasos hacia el norte pero por cuetiones de tiempo, mi visita hacia aquella pintoresca ciudad quedaría postergada por tercera vez.

Mirando hacia atrás, descubro que en cada viaje Perú me deja pendiente algo por hacer, algo por conseguir, algo por alcanzar, siempre me da pero me quita a la vez, nunca me deja el todo en las manos, arrastrándome a visitarlo una y otra y otra vez...

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Si querés conocer más acerca de estos viajes, te dejo los links de sus respectivos Diarios de Viaje

PUNO-CUZCO-MACHU PICCHU

LIMA-CUZCO-CHOQUEQUIRAO

TACNA