miércoles, 24 de marzo de 2004

ARGENTINA - ENTRE CIELO & HIELO - CAP2/3 : La Historia Oficial

Mi compañera de viaje, una española que conocí en el camino, llevaba su diario de viajes en un cuaderno rojo. La historia en ese cuaderno rojo habla de una noche de pasión en una carpa a orillas de un arroyo de deshielo a los pies del Fitz Roy entre una española y un ardiente canadiense de ojos claros. La historia oficial, muchas veces negada y tergiversada, es la que se cuenta a continuación... lo que ocurrió verdaderamente aquella noche en el campamento Poincenot...

El Chaltén, Argentina - miércoles, 24 de marzo de 2004 



A dúo con Laura -la española-, después de casi 2km a pie por ruta de ripio y de haber hecho dedo a un par de vehículos sin resultados positivos, logramos que una pareja mayor -que eran de Bariloche-, nos llevara 13km más hasta el inicio del sendero.  Al pie del mismo hay una hostería a la cual entramos para hacer algunas consultas sobre el camino ya que es la única vivienda en esa zona, alejada 15km de la ciudad, en medio de un bosque sobre una margen del Río Blanco.  La hostería es una casita cálida y pintoresca, color crema por fuera y toda de madera por dentro.  Grandes ventanales con vista al río y a las montañas que se encuentran detrás de él, un hogar a leña en el centro de la sala rodeado de mullidos sillones y el aroma de las maderas ardiendo al fuego.


Iniciamos el sendero bajo una lluvia suave pero molesta, con las mochilas al hombro.  Debíamos encontrar el Glaciar Piedras Blancas a un tercio del camino y desviarnos hacia él en caso de querer ir a verlo de cerca y luego volver hacia el sendero que nos iba a conducir al campamento.  La lluvia se hizo más intensa y las mochilas pesaban el doble.  Estábamos húmedas y comenzábamos a perder calor.  No habíamos llegado a ver el glaciar y llevábamos bastante tiempo caminando así que después de imaginarnos unos mates calientes mirando una película en el albergue, decidimos descender ya que nada nos aseguraba un cambio repentino de clima.

Al volver a la hostería -después de unas tres horas de caminata-, las chicas que atendían en la recepción, que tenían rebuena onda, nos dejaron calentarnos al fuego del hogar, nos convidaron con mate y nos alentaron a volver a subir ya que desde el punto al que habíamos llegado no faltaba mucho camino.


Glaciar Piedras Blancas
Alivianamos un poco el peso de las mochilas dejando algunas pertenencias en la hostería y volvimos a subir con el tiempo justo para como para llegar antes de que cayera el sol.  En el camino dimos finalmente con el Glaciar Piedras Blancas que resultó ser espectacular, caía como un racimo de uvas desde la cima de la montaña y a medio camino se posaba sobra una laguna de montaña la cual se escurría entre las piedras formando un río.

En el camino vimos también dos zorrinos bebés que jugaban entre sí e incluso se acercaron a nuestros pies para olernos,  Parecían muñecos de peluche, con la naricita rosa, la cola como un pompón y unas manitos super tiernas.  En cuanto apareció la madre apuramos el paso ya que era de mayor tamaño y nos podía rociar con su perfume... pero en vez de eso, vino a llevarse a sus cachorros en la boca de nuevo a la madriguera.



Llegamos al campamento agotadas pero debíamos armar la carpa antes de que oscureciera.  Había bastante gente e incluso llegaron un par más después de nosotras.  Como es un campamento libre en el medio del Parque Nacional, no tiene servicios (ni luz, ni agua, ni baños), así que hubo que ir hasta un arroyo a buscar agua de deshielo para cocinar... era imposible llevar la cacerola sin guantes porque se te congelaban los dedos.

Comenzó a llover y la española tuvo mejor suerte... AQUI ES DONDE LA HISTORIA SE DESDIBUJA... un amante de viaje canadiense la reconoció y luego de que "cenáramos" todos juntos, la invitó a su tienda.  "Cenáramos" debe leerse como "calentamos una lata de verduras debajo de la lluvia, a la luz de la linterna y una sopa totalmente aguachenta que se enfrió apenas la sacamos del calentador".  Tanta mala onda me dió comer en esas condiciones que preferí tragar eso frío, sin gusto y sin poder ver lo que estaba comiendo lo más rápido posible y meterme en la carpa a dormir.

El canadiense -alto, cara bonita, ojos claros, dulce sonrisa, mirada tierna- venía acompañado de un irlandés -grandote, cara blanca, cachetón, una especie de oso pálido- el cual obviamente y por alguna cuestión inentendible del destino, iba a quedar para mí... pero supongo que mi cara lo decía todo, porque así como vino se fue...


No me dió miedo dormir sola porque estaba rodeada de carpas.  Cuando definitivamente se fue la luz y ya no me quedaba nada por hacer en mi pequeño espacio de 1x1 más que escuchar la lluvia, me puse ropa seca y me metí en el saco de dormir (tipo 22hs). Como la bolsa era para 10 grados bajo cero, podía dormir tranquila.  De pronto… lo sabido… los ratones atacando las carpas.  Uno, ¿un par?, rasgando la esquina donde tenía la bolsa de comida (la cual debía haber dejado fuera de la carpa, colgada de un árbol para evitar justamente eso), pero era imposible… me despertaba, las ahuyentaba golpeando la carpa e incluso cambié la comida de lugar sin embargo al rato volvían así que opté por dormir con ese ruido.  Una pareja que estaba en el camping había dejado que un gato los siguiera por el camino para evitar justamente esto. Por momentos me despertaba en medio de una oscuridad totalmente profunda y encendía la linterna para ver que todo estuviera en orden.  En algún momento incluso se me ocurrió pensar si estaría en medio del camino de un alud pero ¿cómo saberlo?  La lluvia se estaba haciendo más intensa y una de las veces que encendí la linterna por los ratones descubrí una gotera sobre la puerta de la carpa… me desesperé… el agua se estaba filtrando y había hecho un pequeño charco justo al lado de mi cabeza así que me reubiqué sobre uno de los vértices y armé los bolsos a tientas por si tenía que mudarme de urgencia a alguna carpa vecina ya que la ropa se había salpicado con la gotera y de mojarse mi saco de dormir podía estar en serios problemas.  Me desesperé porque no sabía qué hacer… todos estaban durmiendo… la lluvia era intensa… las ratas estaban por todo el campamento… la oscuridad era profunda… el bosque también… estaba durmiendo toda torcida… abrí unos centímetros la puerta e iluminé el exterior con la linterna… era tenebroso.  Intenté seguir durmiendo, en realidad no sé cuántas fueron las veces que me desperté durante la noche controlando los ratones y la gotera pero realmente se me hizo una noche interminable y  para colmo la carpa tenía cada vez nuevas filtraciones, sobre 3 de los 4 costados, si bien una sola de ellas mojaba.  Debajo de la gotera puse un nylon y así dormí, acorralada.  Cuando paró de llover comenzó un viento impresionante, luego de hacer sonar los árboles mientras se escurría entre ellos, llegaba al campamento y empujaba las paredes de las carpas. Pero la española… ah! La española como si nada, completamente apasionada, seguramente sin enterarse si quiera que llovía y mucho menos sin preocuparse por el frío gélido de los glaciares, sin preocuparse por las ratas, la oscuridad, el viento o el agua, acurrucada cálidamente en los brazos de su amante canadiense… ; ) 

Mi compañera de viaje, la española, en el Campamento Poincenot

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