lunes, 20 de octubre de 1997

ARGENTINA - ENTRE LA MONTAÑA Y EL MAR - CAP 5/5: lagos y bosques


San Carlos de Bariloche, Argentina – lunes 20 de octubre de 1997


Había estado en Bariloche hacía varios años atrás con motivo del tradicional viaje de egresados al culminar los estudios secundarios.  Sin embargo, en aquella oportunidad, uno vive en una fiesta diaria y poco le importa conocer los recorridos que la agencia de viaje le propone.  Uno va la mayor parte del tiempo durmiendo, cantando o charlando y parece que todo paisaje es igual e insignificante.  Sin embargo, volver a pisar Bariloche era para mí una oportunidad de volver a redescubrirlo, entonces uno se pregunta “¿estuve acá?  ¿y cómo es que esto no lo ví?”.  Incluso ahora los paisajes empiezan a recuperar sus nombres.

Lago Perito Moreno
Nuestro hostel está ubicado en las afueras de la ciudad, a medio camino entre el centro y el Llao Llao.  Cae una llovizna gélida pero no copiosa, sin embargo decidimos tomar un colectivo de línea y acercarnos a la zona de este famoso hotel que se alza a dos aguas sobre las costas de los lagos Nahuel Huapi y Perito Moreno.  Es la primera vez que ingreso a un hotel de esta categoría.  Nos permitieron ingresar para recorrer y conocer la planta baja.  Una vez pasado el hall de entrada, un enorme salón como de dos pisos de alto, emerge desde el nivel inferior con alfombras, sillones y lámparas, donde algunas personas leen y descansan pero sin embargo, no se las escucha.  El salón está flanqueado por dos enormes hogares con chimeneas revestidas en piedra, que van del piso inferior al techo del piso superior.  Todo es piedra, luz tenue y madera.  El aire es cálido y acogedor.  La arquitectura es gigantesca y dá una impresión de solidez y magnificencia.  Recuerdo haber caminado por el pasillo lateral izquierdo, donde tenían lugar una serie lujos negocios.

Capilla San Eduardo
Por la noche hace mucho pero mucho frío.  La estufa está encendida pero la pequeña llamita está a punto de extinguirse y tirita de frío.  Tengo varias frazadas pero no logro entrar en calor.  El techo de la habitación tiene una claraboya cuadrada de vidrio y uno puede dormirse observando la Vía Láctea.  Al amanecer, con -7ºC (siete grados bajo cero) descubrimos que durante la noche había nevado en las montañas que se encuentran justo detrás del Llao Llao.  Nos acercamos a ver la zona y el paisaje es completamente diferente al del día anterior.

Hotel Llao Llao

San Carlos de Bariloche, Argentina – miércoles 22 de octubre de 1997

Por segunda vez en este viaje me dejo llevar hacia lo desconocido, pero esta vez, de la mano de dos suecos que me inician en la práctica del trekking.  No tenía realmente la menor idea ni de lo que era hacer trekking ni de dónde estaba, sólo sé que me dejé llevar por la experiencia del momento.  


Puerto Pañuelo
El destino es nuevamente Llao Llao, frente a Puerto Pañuelo.  Desde ahí se inicia un circuito cerrado de trekking básico entre bosques y lagos, llamado Circuito Chico.  Entre los puntos más destacados se encuentran el Lago Escondido y Bahía López. 





Lago Escondido
  


















Bahía López
Uno de mis compañeros de travesía tiene la extraña costumbre de agacharse a recoger cuanto papel y botella encuentra por el camino y colocarlos en una bolsa.  En ese momento me resultó altamente sorprendente su insistencia en limpiar el circuito y fue tanto lo que se plasmó en mi memoria, que en mis viajes posteriores, esa costumbre también la adopté yo.

Circuito Chico


San Carlos de Bariloche, Argentina – viernes 24 de octubre de 1997

En el hostel la vida transcurre como en la propia casa.  Algunos leen, otros escriben, escuchan música, miran películas, duermen, salen a caminar, cocinan, tocan guitarra, practican idiomas.  Todos hablamos con todos en todos los idiomas y nos ayudamos entre todos para entendernos.

Y he aquí la tercera costumbre que he observado (y luego adoptado) en los mochileros extranjeros muy atentamente: todos los días, cuando cae la tarde, en esos minutos antes de cenar, toman un cuaderno en el que escriben profusa y celosamente.  Me intriga la regularidad y la disciplina con que lo hacen.  En un principio trataría de obligarme a mi misma a imitarlos pero con los años le tomaría el gusto a esta maravillosa tarea de redactar un Diario de Viajes.

Con Francesco, el suizo-italiano, nos hicimos amigos.  Una noche me preparó un flan.  Por la mañana, el desayuno, luego la cena, vemos películas juntos, es un dulce total.  Posteriormente a este viaje, en el mes de diciembre, he recibido en Buenos Aires una postal suya desde Zürich con unas líneas muy tiernas.  Le respondí pero después de ese intercambio de cartas, nunca más volví a saber de él.-

domingo, 19 de octubre de 1997

ARGENTINA - ENTRE LA MONTAÑA Y EL MAR - CAP 4/5: Bariló

Esquel, Argentina – domingo 19 de octubre de 1997

En la estación de micros decido entrar en una “confitería” (parecía un pool) a desayunar.  Avanzo sigilosamente pues sólo hay hombres, para pasar desapercibida. 

Pido un desayuno y me siento a la mesa sobre un costado.  En frente hay dos jóvenes a los que observo de reojo.  Parecen españoles.  Uno de ellos se retira.  Termino mi café con leche y abono.  Me veo en el problema de no poder colocarme la mochila.  Me acerco al que queda: un rubio con rastas.  En seguida se levanta y sube mi mochila hasta mis hombros.  Iniciamos una conversación que decidimos continuar en el micro ya que llevamos el mismo rumbo.  Me acerco al bus y entablo conversación con el morocho.  Viajamos juntos.  Me aconsejan albergarme con ellos en un albergue para la juventud.  Viajo realmente nerviosa, tengo miedo de enfrentarme a algo que realmente deseo.  Lo pienso una y mil veces durante todo el camino: voy una noche, si no me gusta, me voy a un hotel.

Así fue como por primera vez conocí el espacio social de los hostels: la ventaja del espacio compartido aún cuando uno viaje en solitario, la posibilidad de interactuar constantemente con personas de lugares distantes del planeta, la posibilidad de poder conocer otros idiomas, otras costumbres y poder compartir los propios, la opción de vivir en una casa ajena como si fuera tu propia casa pero rodeado de personas nuevas, los focos de reunión en la cocina durante las horas pico donde todos cocinan cosas distintas a la vez y donde humos, aromas y sabores de distintas partes del mundo se unifican formando una atmósfera especial, la mesada llena de verduras picadas, las ollas y sartenes esperando su turno para sumarse al fuego, la posibilidad de compartir experiencias y armar caminos juntos.

 
San Carlos de Bariloche, Argentina

El ingreso a la ciudad de San Carlos de Bariloche se realiza desde el sur y el paisaje es bellísimo e imperdible.  La ruta se interna entre montañas cubiertas de coníferas y bordea un continuum de lagos de aguas calmas, un espacio completamente virgen donde lo único artificial es la serpenteante ruta que lo atraviesa.


Con mi amigo el español
Por la tarde, los españoles me invitaron a ver el atardecer sobre Playa Bonita, en la orilla del Lago Nahuel Huapi, ladera abajo sobre la misma pendiente en donde se encuentra nuestro hostel.  Estando ya ubicados sobre uno de los laterales del lago, frente al sol, sentados sobre unas rocas, en un estado de completo relax, los españoles comenzaron a fumar un porro.  Recuerdo que me asusté y regresé corriendo al hostel, subiendo la empinada ladera entre coníferas como si fuera una película de terror nocturna.  Recuerdo esto con mucho cariño porque en mi inocencia corrí entre los árboles barranca arriba desesperada… era de día y el sol todavía resplandecía sobre el horizonte iluminando todo el paisaje, una tarde preciosa, cálida y tranquila, pero yo me sentía correr en la oscuridad de un bosque tenebroso.

Con mi amigo el suizo-italiano
El hostel es una cabaña de madera en un pinar frente al lago Nahuel Huapi.  Cerca de las 21hs estamos todos reunidos en el living charlando.  Suena el timbre.  Tengo un deseo interno y una ilusión de que pudieran ser los suizos e imagino esa situación en mi mente, pero no me fijo.  De pronto escucho su voz en la cocina.  Me levanto corriendo.  Me mira contento y me da dos besos.  “¡Tú!  ¡Oh!”

¡Bariloche está de Puta Madre, coño!




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viernes, 17 de octubre de 1997

ARGENTINA - ENTRE LA MONTAÑA Y EL MAR - CAP 3/5: Sobre antiguos rieles

La descripción de Esquel fue escrita en la parte posterior de la propaganda de un hostel de El Chaltén.  La imagen de la cabaña nevada me cautivaría de tal manera que siete años más tarde iría a conocerla en persona. 

Esquel, Argentina – viernes 17 de octubre de 1997

Salgo en micro hacia Esquel.  El camino es ahora hacia el oeste, desde el mar, tierra adentro, hacia la montaña.  Paramos para almorzar en un pueblo totalmente aislado del mundo, en medio de las montañas: Paso de Indios.  El camino es bonito.  Llegamos a Esquel cerca de las 16hs.  La ciudad consiste en casitas de techo acanalado plateado, pinos y árboles de florcitas blancas que simulan copitos de nieve.  Mi mochila me pesa.  Busco un hotel y recorro la ciudad más fácilmente.

Esquel, Argentina – sábado 18 de octubre de 1997

Hay tramos en los viajes en los que los datos inevitablemente se pierden y este es uno de esos momentos.  Según mi diario, este sábado visité el famoso tren de trocha angosta llamado La Trochita, sin embargo no hay más datos al respecto.  ¿La razón?  Antes de salir de Madryn hacia Esquel, había cambiado el rollo de mi cámara.  Las fotos de ese rollo incluían la visita a Gaiman, Trelew, Esquel y La Trochita, sin embargo, cuando estabamos ya en camino de regreso, la cámara extrañamente sobrepasó la toma número 36 y la 37 y la 38… así fue que descubrí sobre la misma Trochita, que el rollo nunca había girado y que había estado tomando fotos en falso.  Mi enojo esa tarde fue suficiente como para no querer escribir una sola palabra más.  

Tengo muy pocos recuerdos al respecto pero creo que el principal tiene que ver con la particularidad de que el tren tiene, por calefacción en cada vagón, una caldera alimentada a leña por los mismos pasajeros.  Recuerdo haber alimentado esa salamandra con leñas que estaban guardadas en un viejo baúl de madera ubicado en el piso junto a ella.  Es lo que más me quedó grabado porque recuerdo haber disfrutado muchísimo de ese rasgo tan particular, sin embargo la única anotación extra en mi diario dice “me congelé”.  También recuerdo el interior de esos vagones, pelados de toda posible decoración, con pisos, paredes y asientos completamente confeccionados en madera pintada de color verde agua.  Y no le hace falta nada más, la expresión máxima de su sencillez lo transforma sin embargo en un tren legendario.  También recuerdo haber hecho gran parte del viaje en el último vagón, donde en su parte posterior, había una especie de balcón panorámico al aire libre desde donde uno podía contemplar la inmensidad del paisaje.

El servicio turístico llega sólo hasta la primera estación en lo alto de la montaña: Nahuel Pan, un pequeño pueblo ferroviario abandonado, de casitas dispersas en la inmensidad de una planicie fría y abierta, libre de vegetación.  El sol pega fuerte, su resplandor enceguece pero apenas calienta.  Las casitas rectangulares, no son muchas, tal vez no superen la docena y están construidas con un mismo estilo homogéneo: paredes hechas de gruesos durmientes y techos rojos acanalados.  Recuerdo haber ingresado a una de ellas y haberme acercado a tomar una foto del paisaje exterior que se veía por la ventana desde el interior de una habitación en penumbras.

Esto es todo lo que puedo recordar de ese día, todo lo que quedó grabando en mi memoria sensitiva y en mi alma, pero además de eso tengo un recuerdo material que vale oro: el ticket de viaje.-


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jueves, 16 de octubre de 1997

ARGENTINA - ENTRE LA MONTAÑA Y EL MAR - CAP 2/5: una colonia muy especial

Punta Tombo, Argentina – jueves 16 de octubre de 1997


La excursión a la pingüinera de Punta Tombo es maravillosa pero no tanto por su fauna sino por su geografía.  Efectivamente una punta, una lengua de lava sólida serpentea adentrándose en el océano.  Sobre su superficie porosa, las acumulaciones de agua y tierra permitieron que una vegetación sumamente verde y brillante se esparza en forma de manchas contrastando con el fondo rojizo de la lava.  La punta es infinita y parece perderse a lo lejos entre el cielo y el océano.  Según nos contaron, en ese paisaje tan maravilloso, los aborígenes de la zona enterraban a sus muertos.  Es un paisaje prístino, vírgen, puro, uno puede trasladarse en el tiempo, hacia aquellas eras geológicas en las cuales las primeras formas de vida recién se formaban en el agua.  Incluso, mientras estaba sentada sobre una roca contemplando desde lo alto la vida social de los pingüinos en la playa, por los cielos apareció de frente un ave que tendría fácilmente un metro y medio de ancho de punta a punta de sus alas.  El ave venía simplemente planeando libre, dejándose llevar por el potente viento patagónico.  La imagen que me vino a la mente fue la de un Pterodáctilo, y aunque en realidad nunca supe de qué ave se trataba realmente, me gusta recordarlo como si lo fuera.


Hoy es la tierra del pingüino de Magallanes, un animalito simpático que se acerca como tambaleándose, mirándote primero con un ojo y luego con el otro.  Esta alternancia, según nos explicaron, es debido a que tiene los ojos muy separados y que por lo tanto necesita turnar alternadamente la visión de uno y otro para poder medir la distancia del objeto, o en este caso, la persona a la que se acercan.  Es lo que en física se llama paralaje.  Pero lo que sigue, no voy a contarlo yo, sino los propios pingüinos. 

Como en todas las sociedades, hay algunos vagos que disfrutan de la buena vida en la playa



 



Mientras que otros tienen que trabajar para poder sostener a sus familias, llevar alimento a sus hogares y colaborar con la construcción del nido






Obviamente también están los haraganes que se pasan la tarde durmiendo...




 




...mientras los más responsables se quedan al cuidado de sus crías








Pero como todas las historias, esta también tiene un final feliz… porque en medio de toda esta vida ajetreada, siempre hay un espacio para el amor.


La excursión, a su regreso, incluye una visita al Museo Paleontológico Edigio Feruglio de la ciudad de Trelew y luego una recorrida por la ciudad de Gaiman donde se hace una visita a las casas de té más famosas para cerrar una tarde arrulladora entre dulces y té galés. 



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sábado, 11 de octubre de 1997

ARGENTINA - ENTRE LA MONTAÑA Y EL MAR - CAP 1/5: Patagonia salvaje


Esta es una recopilación de mi primer viaje sola.  Debido a ello había decidido no hacer carpa sino parar en un hotel y utilizar la ciudad de Puerto Madryn como campamento base desde el cual moverme temporalmente hacia puntos clave.  Sin embargo en el trayecto conocí unos mochileros que me ayudaron a descubrir tres actividades que me acompañarían hasta el día de hoy: la vida social en los hostels, el trekking de montaña y la impronta de las memorias de viaje en los diarios.

Buenos Aires, Argentina - sábado 11 de octubre de 1997

22:15hs  Cuando fui a escribir la fecha me di cuenta que no sé en qué día estoy.  Sí se dónde estoy, voy camino a Bahía Blanca.

Por la ventana sólo se ve el campo negro que, en la lejanía, se entremezcla con el cielo gris.  No sé si hay neblina o es que los vidrios están empañados.  Estoy con un equipo de esos de tela arrugada y una remera.  Me descalcé y me tapé con una frazadita de viaje.  El micro está oscuro y la gente durmiendo, así que apenas veo lo que escribo.  Acabo de cenar unas galletitas saladas con queso fontina untable. Me tomé parte de la tarde para devorar  parte de mi equipaje: intento trasladar el centro de gravedad de la mochila, desde los hombros hacia mi panza.

Hoy comencé mi travesía faunística: me pasé el viaje viendo vacas.  Es bastante positivo porque sólo esperaba ver pingüinos y ballenas.

Micro en la ruta, Argentina – domingo 12 de octubre de 1997

8:25hs Voy camino a Puerto Madryn.  Las condiciones climáticas no parecen muy buenas.  No sé si es que Soda Stereo lanzó un cassette con versiones lentas de todos sus temas o es que me quedé sin pilas.

11:25hs Puerto Madryn


Sin bien sabía (y conocía) que los campings estaban retirados unos 3.5 a 4 km del centro, me he acercado a ellos y los he visto desolados.  Sólo había casas rodantes (4 ó 5).  Ahora estoy en pleno centro.  Dicen que la ciudad está llena de gente, que no hay lugar en ningún hotel y que los campings están vacíos porque hace mucho frío: yo ví únicamente un contingente de PAMI que habita en mi hotel y jóvenes sueltos.  Con respecto al frío, estoy en mangas cortas. 


Puerto Madryn, Argentina – lunes 13 de octubre de 1997

Por la mañana salgo a la playa a tomar unas hermosas fotos con un sol espléndido, muy cercano al amanecer.  



Puerto Pirámides, Argentina – martes 14 de octubre de 1997

Una señora de la empresa de turismo pasó a buscarme por el hotel en un auto particular en el que ya venía una pareja de jóvenes.  Raramente noto que la conversación no pasa de tres palabras.  Pensé que eran descorteces pero la explicación es que son extranjeros.  Una vez en la empresa, subimos a un micro.  El contingente estaba integrado por un grupo mixto de latinos y europeos.  El popurrí de idiomas me hacía sentir en el extranjero. 

Había estado deseando este momento durante mucho tiempo.  En el viaje anterior no había logrado hacerlo porque una de mis amigas se resistía a “gastar”… cuestiones delicadas y difíciles de sobrellevar sobre todo porque yo soy de pensar que un viaje no es un gasto sino una inversión en mi experiencia de vida.  Además a ella le gustaba quedarse amarrada a un lugar, yo en cambio, necesitaba ponerme en movimiento, circular para liberarme de toda atadura y este fue un viaje con mucho movimiento. 

El circuito incluye: avistaje de ballenas, avistaje de elefantes marinos en Caleta Valdés y recorrido por el museo de la zona. 

Las embarcaciones parten hacia aguas profundas y mágicamente las ballenas salen a su encuentro.  Es impresionante saber que uno está a merced de semejantes mamíferos y sin embargo se comportan dulcemente y se mueven más suaves que un diente de león al viento.  Una de ellas, nadando sobre la superficie del agua, encara a la embarcación justo de frente… se dirige firmemente y a línea recta contra la proa… parece que está a punto de chocarla… pero cuando llega a escasos metros de esta, se sumerge y pasa por debajo haciéndonos sentir su presencia indirectamente a través de leve vaivén de la embarcación provocada por el oleaje… Otra se pasea muy cerca nuestro junto a su pequeña cría.  Es como si les gustara nuestra presencia… se muestran curiosas y es como si buscaran jugar con nosotros.

En el museo de Puerto Pirámides me acerco a hablar con un muchacho de nuestro grupo.  Le pregunto en inglés e intenta traducirlo al castellano.  Me contesta en inglés e intento traducirlo al castellano ¿…?  Hasta que descubrimos que ambos podemos hablar nuestros idiomas y entendernos: es suizo italiano.  Viaja junto a una pareja de amigos.  Esta noche parten hacia Esquel.  Quedamos en que si nos encontramos en Esquel, seguimos viaje juntos.  


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miércoles, 1 de enero de 1997

ARGENTINA - CAP 1/1: Las Grutas

Hacía rato ya que me debía un tiempo para escribir este capítulo de mi Diario de Viajes.  Paradójicamente, debería haber comenzado por este capítulo, por haber sido mi primer viaje sin mi familia, y sin embargo, lo dejé para último momento.


Fue mi primer viaje sin mi familia y con amigas, sin embargo, no conservo ningún recuerdo escrito de esos días.  No existió realmente un Diario de Viajes de ese viaje, así que lo que voy a contarles es más que nada lo que quedó escrito en mi memoria y en mi corazón.





Puerto Madryn había estado siempre en las conversaciones familiares porque allí vivían unos parientes lejanos de esos con los cuales se mantenían lazos afectivos a través de cartas manuscritas donde cada turno del diálogo estaba separado por meses de distancia.  Sin embargo, las preferencias familiares era viajar siempre con rumbo norte, con lo cual, yo nunca había conocido aquella ciudad.


También a medida que uno crece, uno aprende a conocerse a uno mismo, y yo entendí que sufría de baja presión y que los lugares húmedos y calurosos, no eran compatibles con mi salud: cada vez que visitaba el norte, me descomponía.

Así fue que cuando tomé las riendas de viajar por mi propia cuenta, cuando decidí que era el momento de ser una viajera independiente, busqué partir con rumbo sur.  Más tarde descubriría que mi cuerpo se siente a gusto y en empatía con la zona de glaciares. 


No sé de qué manera Las Grutas entraron en mi mente.  Eso sí que no lo recuerdo.  Esa fue una idea que vino de afuera, tal vez de alguna propaganda, de alguna exposición, pero no del seno de mi familia.  Es extraño, pero no recuerdo la forma en que llegué a ellas, a saber de su existencia.

Lo cierto es que tenía un plan de viaje muy claro con rumbo sur: quería hacer carpa unos días en Las Grutas, quería ir a navegar con las ballenas en Península Valdés y quería llegar a conocer la ciudad de Puerto Madryn.  Tres paradas, tres puntos, tres destinos.
 
Sin embargo, no tenía idea de cómo hacerlo, porque por empezar, nunca había hecho carpa en toda mi vida.  No tenía carpa.  No tenía mochila.  No tenía equipo de mochilera ni sabía de qué contaba ese equipo. 


Pero creo que tenía una gran intuición dada por todos los viajes que anteriormente había hecho y tenía la experiencia que ellos me habían dejado.  Si bien no había hecho carpa, había vivido y sobrevivido con éxito en caminos de montaña.

Siempre me gustó leer y aprendí muchas cosas en mi vida a través de la lectura.  Y esta no era la excepción.  Recuerdo haber ido a una librería a buscar un manual de campamento.  Había varios, no tenía idea cuál era el mejor de todos ellos, pero me dejé guiar por el que a mi criterio era el mejor de todos: me quedé con el que más explicaciones gráficas tenía, en su versión pocket.


El autor no era alguien conocido, por lo menos no por mi que no conocía absolutamente nada del mundo de los campamentos, incluyendo a sus autores, sin embargo, era un hombre que había impartido un curso en la escuela militar británica de entrenamiento para combate en la jungla.  A simple vista parecía saber bastante del tema y en su libro graficaba cosas tan básicas como: cómo armar una mochila, cómo y dónde montar una carpa, qué alimentos transportar, cómo sobrevivir a las picaduras venenosas etc.

Pero yo estaba decidida a irme de viaje.  Mi mayor sueño era navegar entre las ballenas.  Así que no esperé a leer el libro y simplemente, sin saber absolutamente nada del tema, fui a un supermercado y compré una carpa y un juego de marmitas.  Y al otro fin de semana, fui a una casa de camping y me compré una bolsa de dormir y una mochila.  Muchas veces me escriben chic@s de todo Latinoamérica preguntándome cuáles son la carpa, la mochila y la bolsa de dormir ideales y hoy puedo darles una respuesta con argumento de algo que en su momento yo ignoraba por completo.  La carpa la compré porque era grande (tenía planeado viajar con dos amigas que no tenían carpa, con lo cual iba a albergarlas en la mía), la bolsa de dormir porque era para zona fría y la mochila porque me gustó el color!!!  Hoy me río de confesarlo, pero fue así, fue tal cual, no tenía idea de nada, sólo sabía que quería irme de viaje y que necesitaba de esas tres cosas para cumplirlo.  Por suerte, con el tiempo descubriría que las tres elecciones fueron buenas porque todo ese equipo me acompaña en mis viajes hasta el día de hoy, a más de diez años de aquel primer viaje.




El viaje lo realizamos por tierra, en micro, desde Buenos Aires hasta San Antonio Oeste y de ahí, con otro micro, hasta Las Grutas.  En Las Grutas hicimos carpa en uno de los varios campings disponibles.  Recuerdo particularmente que el suelo era demasiado duro como para clavar las estacas al punto de tener que usar martillo para incrustarlas.  Un simpático recuerdo que tengo de mi estadía en Las Grutas era el churrero, un señor que repartía churros calientes rellenos con dulce de leche y que todas las mañanas, pasaba por la calle que quedaba detrás de nuestra carpa bien temprano.  Nos despertábamos con su llegada y él sabía que lo esperábamos para deleitarnos con ese desayuno.



Las Grutas debe su nombre a una serie de grutas naturales que se forman debido a la acción marina al pie del acantilado sobre el que se encuentra posado la ciudad.  También cuenta con unas piletas artificialmente excavadas en la roca que cuando el mar se retira, deja repletas de agua salada y fauna marina.  Caminando por la costa en sentido sur, se llega a una zona de Piedras Coloradas donde las tormentas de arena son frecuentes y se hacen sentir como agujas pinchando las piernas.

Piedras Coloradas


En Las Grutas mismo, averiguando para hacer una excursión, dimos con un biólogo marino que se dedicaba a hacer Turismo Ecológico, un hombre con muchos conocimientos en la fauna y flora de la zona, a quien contratamos para que nos llevara en su auto a recorrer el paraíso y sus playas.



 
En el camino conocimos el pueblo abandonado de Sierra Grande, una pequeña ciudad de edificios bajos, rodeados de simpáticas casitas, que se instaló en torno a la actividad minera de una mina de hierro que no prosperó por no ser materia prima pura y de primera calidad.  Si bien no llegamos a ingresar a los departamentos, nos contaron que al momento de la entrega estaban lujosamente equipados y que las personas que los habían habitado eran pobladores locales que habían hecho uso de las bañeras para continuar con la cría de sus animales.  Tanto los edificios como las casas responden a un mismo plan de edificación por lo que son todos idénticos formando un paisaje urbano de patrones repetidos.  Sin embargo, parece increíble que habiendo tanta necesidad de un techo para tantas familias, todo este barrio con tanta inversión monetaria se haya convertido en un barrio fantasma... sólo había un negocio con vida, atendido por su dueño, a la vera del camino.  

Los túneles abandonados de la época de auge de la mina también se convirtieron en una alternativa de Turismo Minero  de la que nosotras, por distintas razones, preferimos prescindir.


Península Valdés
Y así fue también como por primera vez en mi vida pisé Península Valdés.  El biólogo nos contó la historia del único árbol que está plantado sobre la entrada de la península y nos llevó hasta Puerto Pirámides.  Fueron sólo un par de horas que estuve en ese lugar, o tal vez sólo un par de minutos, sin embargo sentí que debía volver, sola y con más tiempo.

Puerto Pirámides
 
Dentro de ese mismo viaje, el biólogo nos llevó hasta lo que sería mi primera visita de una larga lista de visitas posteriores a Puerto Madryn.  Un rápido recorrido por la playa me sirvió para confirmar que aquella Patagonia agreste era definitivamente mi lugar en el mundo.  


Puerto Madryn



Todos los viajes son parte de un aprendizaje y en ese viaje aprendí que si bien dos amigas se habían sumado con mucho entusiasmo a mi plan de viaje, una de ellas no estaba dispuesta a seguirme ya que priorizaba economizar los costos manteniéndose en un lugar en vez de salir a conocer el mundo.  Así fue que en ese viaje no pude concretar mi sueño de navegar con las ballenas y me quedé los 14 días con la estaca clavada en Las Grutas.  Pero aprendí una gran lección: que para ir detrás de mis sueños tenía que lanzarme sola a la aventura sin esperar a nadie y que debía iniciar mis viajes sin contar con llevar gente "en mi mochila" sino que debía aprender a utilizar las relaciones interpersonales para sumarme a aquellas personas que como yo, ya estaban en camino, las muy buenas intenciones de los amigos podían convertirse realmente, de un momento a otro, en un peso más a acarrear sobre las espaldas.  Pero utilizando esta nueva estrategia, en octubre de ese mismo año, lograría cumplir con mi sueño: las ballenas finalmente me recibirían en su mundo.-









Te dejo una imagen satelital de la zona