martes, 27 de enero de 2009

PERU - EN BUSCA DEL MACHU - CAP 3/4: Camino del Inca hacia Machu Picchu

Machu Picchu, Perú — martes, 27 de enero de 2009 

Estamos en Bolivia otra vez.  Acampando en la terminal de micros otra vez, esperando el micro que nos lleva hacia el Salar de Uyuni.  Obviamente no muy contentas.  En Perú las rutas están absolutamente marcadas y no tienen ni un solo bache, son nuevas, bien señalizadas y con buena banquina.  Los transportes son de primera, los micros espectaculares, uno de ellos tenía cortinas amarillas y una cortina roja indicando la ventana de emergencia.  Los trenes son los segundos en calidad a nivel mundial.  Acá en Bolivia, se hace camino al andar... y los micros apenas si tienen carcaza... tren nunca pudimos tomar porque nunca hay pasajes...
 

Inicio del trekking
El Camino del Inca fue lo máximo en todos los sentidos: en emociones, en aventura, en desafíos.  Nos pasaron a buscar el jueves por la mañana y nos trasladaron en una combi hasta el kilómetro 82, antes de llegar a Machu Picchu al cual debíamos llegar 4 días más tarde, caminando por la montaña.  Éramos un grupo de 11 turistas argentinos + 10 porteadores + 1 cocinero + 1 guía.




Primer campamento
Ese primer día, el trayecto fue relativamente fácil, caminamos pocas horas, unas 5 o 6hs, unos 8km, y acampamos en un lugar bastante lindo pero desagradable en cuanto al tamaño de las arañas que merodean la zona... más grandes que una mano...

 
El segundo día fue un desafío un poco mayor.  Nos despertaron y en la misma carpa nos sirvieron tè de coca.  El desayuno fue muy abundante e incluía panqueques con dulce de leche y avena caliente.  Necesitábamos energía porque la mayor parte del camino era en subida, 1000 metros de subida hasta alcanzar el punto máximo, un paso a más de 4000 metros sobre el nivel del mar, en una fila interminable de mochilas coloridas que se desplazaban lentamente sobre las montañas, por caminos inclinados hacia arriba, adornándolas como guirnaldas.  El punto máximo lo alcanzamos con mucho frío y neblina, comiendo mucho chocolate, pero llegamos después de caminar unos 10 km.   Esa noche acampamos, sin saberlo, sobre un antiguo cementerio inca con los baños a lo lejos en medio de un barrial.

Porteadores
Los porteadores hacían el mismo camino que nosotros solo que llevaban en sus espaldas las carpas, los alimentos, la garrafa, todo aquello que nosotros íbamos a necesitar en cada campamento.  Llevaban en sus espaldas unos paquetes enormes y corrían por el mismo camino que a nosotros nos costaba caminar, para llegar antes que nosotros y armarnos todo el campamento así poder esperarnos con todo listo a nuestra llegada.  Como los caminos eran angostos y de cornisa, cuando ellos pasaban todos gritaban "porteador" y nos íbamos corriendo para dejarlos pasar.  Todos tenían una dedicación increíble: el cocinero estaba en todos los detalles, nos preparaba platos recargados de calorías y de picantes, el que nos servía la mesa nos esperaba con las bebidas calientes en la entrada de la carpa comunal, los que nos despertaban en las carpas individuales venían con los vasitos y el termo con té de coca, todo estaba listo antes de que en nosotros surgiera la necesidad.




El camino del inca, en gral, es empedrado, pero no parejo, con lo cual los tobillos están todo el tiempo haciendo equilibrio, sobre todo, cuando luego de la lluvia, las piedras se vuelven además resbaladizas.  Sumado a esto, una interminable cantidad de escalones de piedra... algunos muy angostos para que entre el pie, otros muy altos como para que la rodilla no se resienta, algunas escaleras muy empinadas y sin barandas como para desafiar la propia gravedad y el precipicio acompañando siempre a un costado.  Mucha exigencia física y emocional.  A pesar de que llevamos un bastón de ayuda, terminamos con las rodillas doloridas y los pies ampollados.  El clima es cambiante, por momentos sol, por momentos lluvia -pero por suerte, lluvia suave-.  Llegamos a un punto de tener toda la ropa mojada y embarrada, a tener la carpa con goteras, a no saber qué ponernos, a tener que usar ropa húmeda sobre ropa húmeda y a cuidar la ropa "de cama" como oro por ser las únicas prendas secas.  Atravesamos también varios puentes de troncos y varios túneles cavados en la roca.

"Y para todo lo demás, existe Mastercard"
El tercer día se hizo interminable.  Eran 16km, unas 9 hs caminando.  Durante el trayecto visitamos algunos complejos arqueológicos.  El camino ingresa en zona boscosa y el paisaje cambia radicalmente.  Más húmedo, más verde. El camino este día se hace más largo para poder estar más cerca de Machu Picchu el cuarto día.  Ahí acampamos en un lugar que para llegar al baño teníamos que atravesar otro camino de cornisa.


 

El cuarto día nos despertaron a las 3:40 am, desayunamos y salimos a caminar en medio de la noche, con la Vía Láctea sobre nuestras cabezas, iluminando el camino con algunas pocas linternas (porque muchas de ellas sufrieron desperfectos varios).  Así llegamos al Inti Punku, la Puerta del Sol, en lo alto de una montaña, un portal de piedra que enmarca a Machu Picchu a lo lejos, desde arriba... esa fue nuestra primer visión de la ciudadela.  Continuamos caminado hasta ingresar a Machu Picchu por la parte alta.  Es espectacular pero no por el complejo arqueológico en sí (ya que es muy sencillo) sino por donde esta ubicado... está en la cima de una montaña, en medio de muchas otras cimas, en un abismo, y su planta no es horizontal sino que está levemente inclinada, con lo cual, a medida que uno desciende en la ciudadela, tiene la sensación de caer de la montaña... es como bajar las gradas de la tribuna de una cancha de fútbol... algo similar...





Machu Picchu desde el Inti Punku
 La experiencia gral fue muy agradable, pero no es para cualquiera.  Es una aventura espectacular pero hay que aguantar muchas cosas... los baños, la oscuridad, la lluvia, el barro, la altura, EL VERTIGO.  Pero también nos divertimos mucho, con el grupo (que eran 4 parejas) y entre nosotras, en la carpa, con una sola linterna, rodeadas de bolsas con ropa sucia y mojada, nos hemos reído muchísimo, hasta llorar de la risa -por la desgracia-, al punto de que a los demás les llamaba la atención.

Machu Picchu

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