miércoles, 28 de enero de 2009

BOLIVIA - EN BUSCA DEL MACHU - CAP 4/4: Huyendo de Uyuni

Salar de Uyuni, Bolivia — miércoles, 28 de enero de 2009


En Uyuni, se nos hizo carne la ley de Murphy "si algo puede salir mal, saldrá mal".

Teníamos planeado hacer un trekking de dos días (jueves y viernes) por el Salar de Uyuni, pernoctando en la ladera del volcán Tunupa y recorrer las lagunas del sur que quedan sobre la frontera con Chile, lagunas que en las fotos de revistas de viajes aparecen como paraísos con aguas de colores rodeadas de flamencos rosados: Laguna Verde y Laguna Colorada.  Pero nada de eso sucedió.
 

En Bolivia hay dos trenes principales: el Wara-Wara y el Expreso del Sur, ambos con frecuencias diferentes pero encriptadas para cualquier turista que quisiera conocerlas.  Ni a la ida ni a la vuelta nos fue posible tomar ninguno de los dos trenes.

Era miércoles 28 de enero.  El viernes por la noche necesitábamos tomar el tren hacia Villazón, para luego cruzar a pie hacia Argentina donde teníamos la salida de nuestro bus ya programada.  Era miércoles y necesitábamos comprar el pasaje del tren para el viernes pero nos indicaron que el pasaje de tren se compra sólo con un día de anticipación, o sea, el jueves... pero el jueves nosotras íbamos a estar en el trekking en medio del Salar ¿cómo íbamos a poder comprar ese pasaje no estando en la ciudad?  Nadie quiso entenderlo.  Sólo nos ofrecían una solución: vendernos un paquete de trekking de más días y más caro, el cual traía los boletos de tren incluidos.  Lo que yo sentí es que trataban de hacer dinero con unas mochileras... tratan de vendernos un paquete que no estaba a nuestro alcance ni de nuestros bolsillos ni de nuestras necesidades.


Nuestro plan cambió de inmediato.  Nuestro humor también.  Decidimos contratar una 4x4 que nos llevara a hacer un recorrido express por el Salar el día jueves, ida y vuelta en el mismo día, lo que nos iba a dar la oportunidad de tomarnos la mañana de ese mismo jueves para ir a comprar le pasaje de tren que necesitábamos para el viernes.  Las lagunas, sus flamencos y la noche en el volcán quedaron en el olvido.

  
La oficina ferroviaria abría a las 8am.  Sabíamos que había que hacer cola en la puerta para que nos entregaran un número para luego atendernos y decirnos que justo se habían quedado sin pasaje... al parecer este problema era un clásico... así que madrugamos, desayunamos a medias y salimos semidormidas y muertas de frío hacia la estación ferroviaria a encabezar la fila que se formaba a la sombra del edificio... cuando se hicieron las 8am, abrieron las puertas, éramos nosotras y un par de personas más... nos dieron el bendito número, nos hicieron sentar en una sala de espera y cuando finalmente llegó nuestro turno, nos dijeron que efectivamente no había pasajes para nosotras... el tiempo se acababa... a las nueve salía la 4x4 hacia el Salar... no había más tiempo para pelear ni para discutir ni para hacer una denuncia... así que sencillamente nos dimos por vencidas y nos fuimos a hacer la excursión que obviamente, por muy bonito que era el paisaje, ya tenía un trasfondo con sabor amargo.
 
La Isla del Pescado
De regreso a la ciudad, teníamos pendiente todavía conseguir el pasaje hacia Villazón... y además teníamos bronca, mucha bronca, porque éramos mochileras, ni siquiera mochileras europeas, éramos mochileras del país vecino, y sin embargo intentaban retenernos en esa ciudad para generarnos gastos que no teníamos en nuestros planes.  La sensación fue que todos estaban en un complot silencioso para mantenernos prisioneros y para hacernos gastar un dinero que no solo no teníamos sino que íbamos a tener que gastarlo sin sentido, sin desearlo.  En la ciudad de Uyuni ya no había nada para hacer, su único atractivo ya lo habíamos conocido, sin embargo, nos hacían quedar ahí por obligación, gastando en hospedaje y en comestibles solo porque si, porque a ellos se les ocurría.

Así como llegamos del Salar, armamos nuestros bolsos y los llevamos a la calle principal de la cual partían los micros.  Ahí descubrimos que los micros que salían hacia la frontera con Argentina "estaban por salir mañana", "estaban por salir dentro de un rato", "tal vez salían", "tal vez no" y definitivamente "ya no salían más".  Éramos unos 15 o 20 argentinos en la misma situación, con las mochilas apiladas en el mismo sector de la calle, acampando en la vereda, haciendo las mismas preguntas y obteniendo distintas respuestas furtivas.  Ahí estábamos todos, queriendo abandonar una ciudad que estaba empecinada en tenernos prisioneros. 


Intentamos todas las formas posibles de viajar, incluso retroceder hacia Potosí, intentamos rentar un micro entre todos pero cuando ya casi lo teníamos su dueño desistió, de pronto todas las compañías de micros habían retrasado sus salidas para el fin de semana... ya al borde de la rebelión, ya gritando y contestando de mala manera, nos ofrecieron otra opción: subirnos como polizontes al tren en marcha que pasaba a las 2 de la mañana!!!!!!!!!!!!!!!!!


Teníamos la determinación de no gastar un centavo más en esa ciudad y estábamos decididas a salir de ahí esa misma noche, de cualquier forma pero no a cualquier precio, así que llamamos al conductor que ese mismo día nos había llevado hasta el Salar: él y un familiar iban a trasladarnos en sus vehículos durante la noche.  El precio de semejante servicio resultó excesivo para varios de los viajeros, los cuales debieron desistir y entregarse a los caprichos de Uyuni.  Finalmente, nosotras tres junto a otras tres personas, pudimos alquilar el vehículo que nos sacaría de esa prisión.


Eran las 22hs cuando el conductor, fresquito y recién bañado, estaba listo para partir.  Al principio fue una aventura emocionante pero poco a poco el camino de cornisa y de ripio que se abría paso en la oscuridad de la noche frente a las únicas luces de nuestra camioneta nos hizo temer por nuestra seguridad.  ¿Donde estábamos?  No lo sabíamos.  La oscuridad era total.  No había ruta, solo un camino trazado en la montaña y el precipicio escoltándonos. 


Necesitábamos impedir que el conductor se durmiera, un volantazo mal dado y nos perderíamos en un abismo en el medio de la nada... ¿Cómo salir de ahí si algo nos sucedía? No había ningún otro vehículo.  Solo nosotros, la noche y la montaña.


Nos íbamos turnando el puesto de copiloto para ayudar al conductor con dos ojos extras, para advertirlo y para mantenerlo despierto.  Nos habíamos prometido impedirnos quedarnos dormidos.  No había señal de radio así que conectamos nuestros celulares a los parlantes de la camioneta y seleccionamos la música más movida para ir cantando y bailoteando en los asientos y las ventanillas bajas para que el frío de la noche nos congelara la cara con la expresión de los ojos bien abiertos.

 
Internamente tenía miedo, intentaba razonar, intentaba recordar algún consejo, intentaba formularme cuál sería la opinión de mis seres queridos de encontrarse en esa situación ¿qué habrían hecho?  ¿había sido correcta mi decisión?... y temía que sucediera lo que finalmente sucedió... una rueda pinchada en medio de la noche, en medio de la nada.  Descendimos del vehículo y nos amuchamos delante de las luces.  El trámite fue rápido, pero... ya no teníamos rueda de auxilio... había que pasar si o si por la gomería antes de seguir!!! Eran las 12 de la noche... y teníamos que desviarnos para entrar a un pueblo donde se suponía que había un señor que reparaba cubiertas de vehículos... pero para cuando llegamos, una hora más tarde, estaba dormido... El pueblo eran un par de casitas modestas entre calles de ripio iluminadas con uno o dos faroles en medio de la nada... golpeamos la puerta de un galpón improvisado con planchas de chapas acanaladas...  gritamos... aplaudimos... apedreamos una chapa y finalmente despertó. 

Con rueda de auxilio reparada y retrasados más de lo debido, el conductor tomó un camino alternativo a fin de sortear las subidas, bajadas y las curvas que ralentizaban nuestro camino y decidió por su propia cuenta y sin consultarnos, tomar una ruta recta.  Yo iba en ese momento de copiloto, prestando suma atención a una geografía en la que no se distinguía forma alguna... hasta que de pronto vi unas formas en el suelo que me parecieron familiares... unas formas meandriformes... e hice la pregunta que no quería mencionar "¿estamos yendo por el lecho de un río?" y la respuesta fue "sí".  Lo más terrible de todo era que no había forma de distinguir dónde terminaba el cielo nocturno, dónde comenzaba la montaña, dónde estaba el trazado del camino de tierra, dónde comenzaba el río, era todo una sola cosa que se tornaba entre rugosa y oscura pero que no tenía bordes definidos.  Si llegábamos a tener un accidente no había referencia alguna, ni marca, ni luz, ni camino.



De esa manera fue que llegamos a las 4am a intersectar unos micros que venían de Potosí y que hacían escala en un pueblo pequeño... nos detuvimos en un estacionamiento improvisado nuevamente en el medio de la nada donde los micros ya estaban a punto de partir, elegimos uno al azar, pedimos que nos abrieran la baulera del micro e hicimos directamente el traspaso de nuestras mochilas desde el techo de la 4x4 arrojándolas al interior del micro.

Habiendo podido recién pegar un ojo, ya en medio de la ruta, los gendarmes nos detienen, nos hacen bajar y formar dos filas, una de mujeres y otra de hombres, suben al micro, lo revisan, abren las bauleras, sacan todo el equipaje, lo apilan en el piso y nos lo hacen abrir frente a sus ojos...


¿Furia o aventura?... La conclusión de nuestra estadía en Uyuni, queda a gusto del consumidor.-

martes, 27 de enero de 2009

PERU - EN BUSCA DEL MACHU - CAP 3/4: Camino del Inca hacia Machu Picchu

Machu Picchu, Perú — martes, 27 de enero de 2009 

Estamos en Bolivia otra vez.  Acampando en la terminal de micros otra vez, esperando el micro que nos lleva hacia el Salar de Uyuni.  Obviamente no muy contentas.  En Perú las rutas están absolutamente marcadas y no tienen ni un solo bache, son nuevas, bien señalizadas y con buena banquina.  Los transportes son de primera, los micros espectaculares, uno de ellos tenía cortinas amarillas y una cortina roja indicando la ventana de emergencia.  Los trenes son los segundos en calidad a nivel mundial.  Acá en Bolivia, se hace camino al andar... y los micros apenas si tienen carcaza... tren nunca pudimos tomar porque nunca hay pasajes...
 

Inicio del trekking
El Camino del Inca fue lo máximo en todos los sentidos: en emociones, en aventura, en desafíos.  Nos pasaron a buscar el jueves por la mañana y nos trasladaron en una combi hasta el kilómetro 82, antes de llegar a Machu Picchu al cual debíamos llegar 4 días más tarde, caminando por la montaña.  Éramos un grupo de 11 turistas argentinos + 10 porteadores + 1 cocinero + 1 guía.




Primer campamento
Ese primer día, el trayecto fue relativamente fácil, caminamos pocas horas, unas 5 o 6hs, unos 8km, y acampamos en un lugar bastante lindo pero desagradable en cuanto al tamaño de las arañas que merodean la zona... más grandes que una mano...

 
El segundo día fue un desafío un poco mayor.  Nos despertaron y en la misma carpa nos sirvieron tè de coca.  El desayuno fue muy abundante e incluía panqueques con dulce de leche y avena caliente.  Necesitábamos energía porque la mayor parte del camino era en subida, 1000 metros de subida hasta alcanzar el punto máximo, un paso a más de 4000 metros sobre el nivel del mar, en una fila interminable de mochilas coloridas que se desplazaban lentamente sobre las montañas, por caminos inclinados hacia arriba, adornándolas como guirnaldas.  El punto máximo lo alcanzamos con mucho frío y neblina, comiendo mucho chocolate, pero llegamos después de caminar unos 10 km.   Esa noche acampamos, sin saberlo, sobre un antiguo cementerio inca con los baños a lo lejos en medio de un barrial.

Porteadores
Los porteadores hacían el mismo camino que nosotros solo que llevaban en sus espaldas las carpas, los alimentos, la garrafa, todo aquello que nosotros íbamos a necesitar en cada campamento.  Llevaban en sus espaldas unos paquetes enormes y corrían por el mismo camino que a nosotros nos costaba caminar, para llegar antes que nosotros y armarnos todo el campamento así poder esperarnos con todo listo a nuestra llegada.  Como los caminos eran angostos y de cornisa, cuando ellos pasaban todos gritaban "porteador" y nos íbamos corriendo para dejarlos pasar.  Todos tenían una dedicación increíble: el cocinero estaba en todos los detalles, nos preparaba platos recargados de calorías y de picantes, el que nos servía la mesa nos esperaba con las bebidas calientes en la entrada de la carpa comunal, los que nos despertaban en las carpas individuales venían con los vasitos y el termo con té de coca, todo estaba listo antes de que en nosotros surgiera la necesidad.




El camino del inca, en gral, es empedrado, pero no parejo, con lo cual los tobillos están todo el tiempo haciendo equilibrio, sobre todo, cuando luego de la lluvia, las piedras se vuelven además resbaladizas.  Sumado a esto, una interminable cantidad de escalones de piedra... algunos muy angostos para que entre el pie, otros muy altos como para que la rodilla no se resienta, algunas escaleras muy empinadas y sin barandas como para desafiar la propia gravedad y el precipicio acompañando siempre a un costado.  Mucha exigencia física y emocional.  A pesar de que llevamos un bastón de ayuda, terminamos con las rodillas doloridas y los pies ampollados.  El clima es cambiante, por momentos sol, por momentos lluvia -pero por suerte, lluvia suave-.  Llegamos a un punto de tener toda la ropa mojada y embarrada, a tener la carpa con goteras, a no saber qué ponernos, a tener que usar ropa húmeda sobre ropa húmeda y a cuidar la ropa "de cama" como oro por ser las únicas prendas secas.  Atravesamos también varios puentes de troncos y varios túneles cavados en la roca.

"Y para todo lo demás, existe Mastercard"
El tercer día se hizo interminable.  Eran 16km, unas 9 hs caminando.  Durante el trayecto visitamos algunos complejos arqueológicos.  El camino ingresa en zona boscosa y el paisaje cambia radicalmente.  Más húmedo, más verde. El camino este día se hace más largo para poder estar más cerca de Machu Picchu el cuarto día.  Ahí acampamos en un lugar que para llegar al baño teníamos que atravesar otro camino de cornisa.


 

El cuarto día nos despertaron a las 3:40 am, desayunamos y salimos a caminar en medio de la noche, con la Vía Láctea sobre nuestras cabezas, iluminando el camino con algunas pocas linternas (porque muchas de ellas sufrieron desperfectos varios).  Así llegamos al Inti Punku, la Puerta del Sol, en lo alto de una montaña, un portal de piedra que enmarca a Machu Picchu a lo lejos, desde arriba... esa fue nuestra primer visión de la ciudadela.  Continuamos caminado hasta ingresar a Machu Picchu por la parte alta.  Es espectacular pero no por el complejo arqueológico en sí (ya que es muy sencillo) sino por donde esta ubicado... está en la cima de una montaña, en medio de muchas otras cimas, en un abismo, y su planta no es horizontal sino que está levemente inclinada, con lo cual, a medida que uno desciende en la ciudadela, tiene la sensación de caer de la montaña... es como bajar las gradas de la tribuna de una cancha de fútbol... algo similar...





Machu Picchu desde el Inti Punku
 La experiencia gral fue muy agradable, pero no es para cualquiera.  Es una aventura espectacular pero hay que aguantar muchas cosas... los baños, la oscuridad, la lluvia, el barro, la altura, EL VERTIGO.  Pero también nos divertimos mucho, con el grupo (que eran 4 parejas) y entre nosotras, en la carpa, con una sola linterna, rodeadas de bolsas con ropa sucia y mojada, nos hemos reído muchísimo, hasta llorar de la risa -por la desgracia-, al punto de que a los demás les llamaba la atención.

Machu Picchu

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martes, 20 de enero de 2009

PERU - EN BUSCA DEL MACHU - CAP 2/4: De Puno a Cusco

Cusco, Perú — martes, 20 de enero de 2009 

Llegamos a La Paz a las 4am y a las 7am partía el micro destino a Puno (Perú) así que decidimos no ir al hostel y acampar nuevamente en la estación, esta vez, de micros.  La estación es grande, sencilla y con techo de chapa y algunos patios al descubierto, con lo cual, hacía muchísimo frío y todas las ventanillas y puestos estaban obviamente cerrados.  La estación estaba literalmente vacía y cerrada, pero pedimos a un cuidador que nos dejara pasar las horas ahí.  De todas formas había un par de bolivianos acurrucados, con bultos coloridos y tapados con mantas, en la misma que nosotras... esperando la hora de apertura de las oficinas de venta de pasajes.  Nos metimos en el baño para asearnos y ponernos ropa abrigada pero era tanto el frío que terminamos nosotras también acurrucadas y tapadas con las mantas de viaje.  

Luego de 5hs de viaje, cruzamos la frontera, ahora de Bolivia a Perú, nuevamente a pie, al borde del Lago Titicaca. El lago es bellísimo y enorme.  Hay muchísimas pequeñas plantaciones sobre su margen pero es tan grande y tranquilo que se pierde en el horizonte.  Queda más que claro el porque lo eligieron como centro ceremonial todas las culturas andinas.  A su alrededor, pequeñas colinas, en su mayoría con cultivos en terraza.  El paisaje es hermoso. 
 
Llegamos a Puno y estábamos sin dormir desde ¿Buenos Aires? pero justo dimos con un taxista que nos ofreció llevarnos de excursión a las ruinas de Sillustani, no podíamos decir que no... así que... descargamos las mochilas, comimos paté y atún (nuestros compañeros de todas las comidas) y seguimos viaje... hacia Sillustani y terminamos más tarde comprando baratijas en el Mercado de Contrabando.





Hoy hicimos el trayecto Puno-Cusco en un pequeño micro turístico de excelencia que tiene cinco excursiones incluídas en su camino: Pukará, La Raya, Sicuani, Raqchi y Andahuaylillas.  Ahora estamos en Cusco en un hotel colonial.  Es espectacular.  Mañana descanso.  El jueves comenzamos el ascenso a pie a la montaña para terminar el domingo ingresando a Machu Picchu.
 
No hay palabras para describir los paisajes... casas pequeñas, de barro, rodeadas de pequeñas plantaciones sin cercas y de distintos colores.  Si tengo que encontrar una palabra sería un patchwor de colores fuertes, llamativos, de verdes, de flores violetas y amarillas, de trigo y de alfalfa.  La tierra se muestra fértil y húmeda. Hay cerdos, vacas y camélidos de todo tipo y color.  Las comidas las presentan como paletas colores, armadas con mucha dedicación, con mucha abundancia: granos, tubérculos, carnes, salsas, locro, carbonada, panes y quesos caseros...  Exhiben los productos de la tierra y están en todos los detalles. Las ropas también son multicolores y alegres, las lanas le dan alegría al paisaje enmarcado por la Cordillera de los Andes, con algunos picos nevados.
 

 
Sencillamente, Perú es para enamorarse.-


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sábado, 17 de enero de 2009

BOLIVIA - EN BUSCA DEL MACHU - CAP 1/4: Lamento Boliviano

Un viaje que había sido postergado dos veces en mi vida: en el 2005 me quedé sin trabajo, en el 2007 me rompí una rodilla. Dicen que la tercera es la vencida... y lo fue!!! 

Villazón, Bolivia — sábado, 17 de enero de 2009

El viaje desde Buenos Aires fue largo e incómodo pero tranquilo en cuanto a la velocidad.  Los choferes ponían cumbia a todo volumen todo el tiempo y eso era lo más insoportable.  Los asientos eran muy chicos y viajamos todos apiñados y retorcidos como muertos dentro de una urna de barro.


Hoy llegamos a Villazón, la ciudad fronteriza del lado de Bolivia que linda con La Quiaca.  Una gran feria de baratijas con gente por todas partes y de todas partes.  Pasamos los controles de migración de los dos países a pie, dado qeu el micro debía cruzar la frontera vacío, pero nos equivocamos con las órdenes (dentro del desorden) y volvimos a entrar a Argentina (saliendo de Bolivia), con lo que volvimos a entrar a Bolivia por segunda vez en una misma hora. De un lado de la calle "se entra", pero si cruzás, "se sale"...

-¿Ustedes para donde van?
- A Bolivia pero el micro está del lado argentino
- Tienen que pasar por migraciones
-¿De qué lado??????????


Resuelto el tema de "pérdidas en la frontera", llegamos a la estación de tren pero sin suerte: no había pasajes hasta el lunes o miércoles!!!  Así que salimos a buscar un micro.  La terminal es un sucucho lleno de gente que ofrece pasajes a los gritos, lleno de carteles y de colores.  Finalmente conseguimos micro a La Paz pero el viaje era por camino de ripio, de cornisa, de noche y en un micro sin baño (y eso que reservamos el mejor) pero como la estación de micros era un hormiguero de gente en un monoambiente + puesteros + mochileros por el piso, y considerando que era el cumpleaños de una de nosotras, decidimos hacer rancho en la estación de tren que era mucho más tranquila (y tenía un baño público respetable).  


La Paz
Turnándonos entre las tres para cuidar las mochilas, logramos hacer pequeñas siestas, caminar un poco para estirar las piernas y salir afuera a tomar un poco de aire ya que el techo de la estación, siendo de chapa acanalada de policarbonato, concentraba todo el calor calcinante del sol y hacía ebullir el aire.  La falta de oxígeno, el calor y la baja presión, hacían las veces de somnífero.  El mediodía nos sentamos en medio de la acera, debajo de la tímida sombra del único protoarbolito que había en la cuadra y almorzamos unas latas de atún como para recuperar un poco de sal.  

Así pasamos la tarde en la estación hasta que se largó una lluvia torrencial con granizo.  Ya nos habían advertido que el camino era peligroso, así que en una sabia decisión, compramos otro pasaje de micro, para viajar al otro día, a plena luz del día.  Pero el trámite no fue nada fácil porque salir nuevamente de la estación de trenes hacia la estación de micros implicaba no sólo cruzar de norte a sur toda la ciudad, no sólo exponerse a la tormenta sino que además, la cantidad de agua que estaba cayendo en ese momento era mucho mayor a la capacidad de desagote de la ciudad, por lo que de pronto empezaron a desbordar los pozos ciego y uno caminaba con los pies literalmente entre soretes.

Por suerte conseguimos una habitación con tres camitas justo frente a la estación de tren, sólo quedaba cruzar la calle para poder bañarnos y dormir en forma horizontal, sin embargo era el paso más difícil: había que cruzar el alud urbano de soretes y de lodo.


Villazón, Bolivia — lunes, 19 de enero de 2009
1:34 hora Argentina
23:34 hora Boliviana
Escribiendo desde un micro rumbo a La Paz.
 
Ayer dos tucumanos, dos flacos tucumanos, nos habían advertido del peligro del camino que íbamos a tomar y nos aconsejaron que no hiciéramos el trayecto Villazón-La Paz en micro porque era peligroso y no había baños.  Nuestra idea era tomar el tren, pero después de acampar todo el día en la estación de tren de Villazón, no conseguimos ningún pasaje.  Siendo una ciudad fronteriza, en la estación ferroviaria no aceptan pesos argentinos, no aceptan reales, no aceptan dólares, no aceptan tarjeta de crédito, sólo moneda nacional.  No tuvimos otra opción que reservar un micro para las 6 de la tarde... el trayecto era en su mayoría nocturno y llegaba a La Paz al otro día por la mañana.  De pronto lluvia torrencial y granizo.  La idea fue refutada luego de un breve razonamiento: ripio+cornisa+lluvia+noche... la combinación era suicida, así que cambiamos el pasaje para el día siguiente, saliendo por la mañana y por ende, haciendo la mayor parte del trayecto a la luz del día.
 
Elegimos la mejor compañía de micro, pero así y todo, es precaria, no tiene baño sino que hay que bajar a "desaguar" en las paradas.  Me acordé de los tucumanos todo el viaje.  Efectivamente era un camino de cornisa, sinuoso, de altura, de ripio, sin señalización y con algo extra que a partir de cierto momento empezó a ir suelto debajo del micro... un rulemán? el eje? el caño de escape?????
 
Sinceramente escribo porque no puedo pegar un ojo.  Salimos de Villazón el domingo a las 10 de la mañana pero se hizo de noche y acá estamos, viajando con el traste en la mano... Por suerte la mayor parte del camino fue a la luz del día.  Pero ahora no hay luna.  Hasta hace un rato tampoco había luz de lectura.  La oscuridad era total.  Por suerte no veo el camino pero lo siento y lo recuerdo de los tramos con luz.  Los vidrios están mojados. 
 
No hay nada ni nadie ni nada para ver, ni nada para hacer, nada de nada, solo oscuridad, el ripio y la lluvia que pega en el techo, las curvas, las subidas, las bajadas, las luces del micro... Encima el sol cayo temprano... estamos así desde las 8 de la noche... llegamos a un punto de hartazgo tan crítico que nos dimos cuenta que trajimos 20 millones de boludeces pero ni medio Rivotril!!!!!  está como para tomarse uno entero... o medio frasco.
 
Con este viaje de hoy atravesamos Bolivia de sur a norte por una ruta nacional.  La pobreza es extrema y total.  El paisaje es árido.  Las construcciones son de adobe con más y más adobe pero sin pintura... con lo cual el paisaje es color tierra y se mezcla con la tierra y una vegetación arbustiva y desteñida.  No hay plantaciones.  No hay cercas ni alambrados porque tampoco hay animales para contener.  Junto a cada casa hay una especie de corral con paredes de adobe pero están todos vacíos. 
 
El camino del micro se aleja hacia el este de nuestra ruta marcada (la original del tren) y nos hizo pasar obligatoriamente por Potosí.  Yo tenía muchas ganas de conocer Potosí pero las ganas se me fueron enseguida.
 
El camino es sanitariamente riesgoso porque no hay cloacas y la ruta, 95% ripio, 5% asfalto (en varios tramos hay máquinas trabajando en una millonaria pavimentación) es sumamente peligrosa, no tiene luz ni señalización alguna, salvo unas pequeñas piedras blancas con algo escrito en rojo. 
 
En una de las paradas -hace unos instantes- dimos con un bar cuyos inodoros masculinos estaban empotrados en la pared de un patio al aire libre... bajo la lluvia... a la vista de todos!!! no podíamos parar de reírnos... en medio de la noche, bajo la lluvia, tomándonos una foto al lado de los inodoros!!!!
 
Sigue lloviendo, ahora más fuerte.  Recién nos advirtieron que en La Paz nos puede faltar oxígeno.  Voy a preparar suero casero.  Estas son las horas más largas de mi vida.-


Las afueras de La Paz

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