Buenos Aires, Argentina — lunes, 7 de marzo de 2011
Muchas cosas han sucedido durante los preparativos de este viaje, pero ninguna me ha amedrentado lo suficiente como para abandonarlo: después de 4 meses de planificación, mi compañero de trekking se ha bajado del viaje y tal vez lo aceptaría de un flaco menor que yo pero no de un hombre mayor. Igualmente era de prever. Una vez una psicóloga me dijo “hablar es fácil, hacer es lo difícil” y cuando la gente empieza a decir “vamos y hacemos” yo aprendí a tomarlo con pinzas y acá está el mejor ejemplo: yo sigo mi ruta igual como lo planifiqué desde un primer momento, sin haber cambiado un ápice del trayecto que tenía planeado, precisamente por este motivo, por desconfiar en los “vamos y hacemos”. Hay una frase que me gusta mucho que dice: “cuando el carruaje hace mucho ruido es porque viene vacío”. Por suerte y teniendo este tipo de eventualidades en mi mente como una posibilidad, no cedí en ninguno de los cambios propuestos para mi camino: ni la selva Amazónica peruana, ni el avión sobrevolando Nazca, ni correr mis vacaciones para las fiestas de Mayo. No va a ser la primera vez que viajo sola, ni la última… tengo facilidad para hacerme de compañeros de viaje por el camino.
Desde que tengo este viaje en mente, empecé a escuchar y a leer consejos de personas que hicieron este o viajes similares. Entre los consejos, un montañista me dijo: “Lo bueno del miedo es que es una buena alerta, lo que debes lograr con la alerta es ser consciente y más cuidadosa pero no “paralizarte” porque allí está el riesgo, no en el miedo, no en la alarma, sino en la actitud que tomás. El miedo es alarma, no una señal para paralizarte, entonces, mejoras la seguridad, afinás los pasos y tomas decisiones más concentrada. El mismo miedo, te puede indicar que lo que estas por hacer es imposible, entonces retrocedes, pero nunca debes paralizarte, porque ya no tenés control”.

Como siempre suelo decir “si esperara a tener todo, no saldría nunca” y este viaje no fue la excepción: siempre planeo los viajes pero nunca tengo el dinero suficiente para hacerlos, sin embargo me las rebusco y de alguna u otra manera, los hago realidad. Para este viaje me ví obligada a vender algunas pertenencias personales, esas que uno guarda “por si” pero no usa nunca… y este era uno de esos momentos “por si”. También busqué hacerme de la mayor cantidad de descuentos que pude en forma de tarjetas y cupones de descuentos. Fue muy cómico cuando fui a comprarme un reloj que me había gustado sin saber el precio y cuando llegué al mostrador me pidieron $800!!!! A ese precio seguramente sería sumergible en el océano… pero yo no voy al océano, voy a la montaña, no 3000 metros de profundidad sino 3000 metros sobre el nivel del mar, así que terminé comprando uno de $40 que da la hora y tiene alarma, todo lo que necesito para marcar mis tiempos de viaje está aferrado a mi muñeca. Así salgo en este viaje… vendí, regateé… y conté con la ayuda y la colaboración de la gente que me rodea, familiares y amigos, para poder hacer mi sueño realidad. A todos ellos, de corazón, muchas gracias.
En cuanto al trekking en sí mismo he estado averiguando en varios lugares y el espectro de precios es realmente muy amplio. Los operadores turísticos ofrecen el paquete armado de 5 días/4 noches, donde te arman la carpa y te preparan la comida, por u$s 360 que podés abonar en cómodas cuotas con tarjeta de crédito. Buscando un poco más encontré un hotel que organiza esta misma salida, donde se supone que también te arman la carpa y te preparan la comida, por u$s 280. Pero, sin darme por vencida, seguí buscando un poco más aún y encontré un guía que me lleva por u$s 150 pero tengo que armarle la carpa y prepararle la comida!!! jajaja!!! Creo que esta va a ser mi mejor opción, un guía particular, un arriero y un par de mulas que trasladen las vituallas y unos cuantos litros de agua embotellada.
En cuanto al trayecto he decidido tomar el camino clásico: hay que ir primero hasta la ciudad de Abancay y de ahí dirigirse a la ciudad de Cachora desde donde se inicia el trekking. El primer día es todo de descenso, pasando por Capuliyoc e internándose en el valle hasta llegar al campamento de Playa Rosalinas, al borde del río Apurimac, en el departamento de Apurimac. El segundo día se inicia justamente cruzando el puente sobre el río Apurimac e ingresando de esta manera al departamento de Cusco, para tomar todo un camino ascendente por la ladera de enfrente pasando por Santa Rosa y Santa Rosa Alta hasta llegar a Marampata, campamento base de Choquequirao. Los dos días restantes son para el recorrido inverso.
El viajero Teixeira expresa su experiencia de esta manera: “El camino es una pesadilla: 66 kilómetros de puras cuestas, piedras, subidas, más piedras y más subidas” sin embargo concluye “ni un anuncio de coca-cola irradia tanta felicidad como nosotros en ese momento”.
Será cuestión de intentarlo.-
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