Giza, Egipto – miércoles 16 de enero de 2002
"A unos trescientos o cuatrocientos metros de la Pirámide me incliné,
tomé un puñado de arena,
lo dejé caer silenciosamente un poco más lejos
y dije en voz baja:
"Estoy modificando el Sahara"
El hecho era mínimo,
pero las no ingeniosas palabras eran exactas
y pensé que había sido necesaria toda mi vida
para que yo pudiera decirlas.
La memoria de aquel momento
es una de las más significativas
de mi estadía en Egipto."
El desierto, por Jorge Luis Borges
Hay cosas que uno se puede imaginar cómo va a reaccionar pero otras que sólo se conocen mediante la experiencia y visitar las pirámides son una de ellas. Tengo dos sensaciones fuertemente aferradas a mi memoria: (1) la primera imagen de las pirámides (2) el autocontrol logrado para poder ingresar a La Gran Pirámide.
No saben lo que es ir por las afueras de la ciudad en el taxi, mirando hacia un lado y hacia el otro, buscando expectante “ese conjunto triangular” lejos sobre el horizonte y de pronto ver en la ventana a mi derecha asomar la punta de una pirámide, como al alcance de la mano, detrás de las palmeras. Gritás, llorás, aplaudís, saltás en el asiento, no lo podés creer. La escala imaginada de un conjunto de pirámides perdidas en medio del desierto contrasta con la escala real: la carretera y la ciudad están pegada a ellas, la urbanización llega al borde del abismo donde comienza la antigüedad.
Es el momento en que tomás contacto con el tamaño real de aquello que imaginabas como algo “grande” pero ¿qué tan grande es? En ese momento se establece la comparación de dimensiones entre uno y la pirámide, se fijan las distancias y uno toma consciencia de cuánto más pequeño va a sentirse incluso al estar finalmente en su base.

El túnel de ingreso es tipo caverna y fue realizado por la primera expedición. Entramos lentamente, penetrando la pirámide, internándonos en su corazón. De pronto el camino es más fácil pero cada paso es un paso a lo desconocido. En cierto punto el túnel intersecta las galerías originales, entonces se debe ingresar a una larga galería ascendente de aproximadamente una persona y media de ancho por un metro de alto y ante tales condiciones no queda otra que ascender agachado.


La emoción es tan grande que uno se olvida que se encuentra en el centro de una mole de piedras a 42 metros sobre el nivel del suelo. Pensar en el exterior es suicida ya que implica si o si deshacer el camino andado porque no existe otra forma de salir, así que cada vez que este pensamiento invade mi cabeza, hago control mental para eliminarlo.
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Nuestra versión del Ritual de Apertura de Boca |

Entre los integrantes del equipo hay una profesora de gimnasia que nos sirvió de mucha ayuda ya que nos marcaba las posturas para realizar estos trayectos con mayor facilidad: inclinar el cuerpo para contrarrestar pendientes, en tramos agachados levantar la cola y deslizar los brazos enteros sobre las barandas para evitar el “antojo de pararnos”.
Te falta el aire, te sentís encerrado, hace calor, te agarra miedo, tu cuerpo de esfuerza al máximo, pero es maravilloso, es para recorrerla de punta a punta, es como hacer andinismo pero en espacios acotados. La arquitectura interna se extiende en forma tridimensional y encaja perfectamente dentro de las dimensiones del edificio, el edificio en sí está alineado con los puntos cardinales y un sistema interno de cámaras de aire hace contrapeso para soportar la mole de las paredes y evitar que caigan hacia adentro. Si bien hay más pirámides "anónimas" desperdigadas por el desierto de lo que uno podría imaginar, el título más adecuado sería: Keops, una Obra de Ingeniería, y lo tiene bien merecido.-
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